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Historias de Juan Nadie » Capítulo XV. La árida Ruai, tierra de abandonados. »


 Autor: Raúl Estañol Amiguet 


Martes, 3 de abril de 2012

 

 

 

Si nos fijamos en los despertares que diariamente experimentamos, descubriremos que es algo que nos identifica, que nos da valor, ya que son únicos, y todos ellos diferentes en formas y magnitud. Era martes, me encontraba relajado, escuchando el trasiego de los cooperantes, Víctor entraba en la habitación tras ducharse, con una gran toalla cubriéndole el cuello, Luis revoloteaba sobre su madre Marta, quien le colmaba de abrazos y caricias, ante su vigorosa movilidad. Luz ya vestida, se encontraba sentada en la parte superior de su litera ojeando un cuaderno, donde anotaba detalles de la expedición. Por mi parte, me encontraba pausado, pensativo, esperando el despeje de la morada para poder dar un salto de vitalidad y comenzar el nuevo y espléndido día. Sabía que muchos voluntarios, ante mi tardía salida de los aposentos chismorreaban acerca de mi cansancio y falta de implicación. Aunque nada más lejos de la realidad, ya que la verdadera causa de mis leves retrasos era el pudor, el fervor a la intimidad que tras una larga vida había cultivado con tanta dedicación.

 

Desayuné ese té con leche que tan gratamente rememoro, esta vez junto a una tostada con mantequilla y una colorada mermelada de fresas, más llamativa que sabrosa. Tras lo cual salimos en grupo en espera del necesario autobús que nos trasladaría.

 

__ Que bien Nacho__ expuse para iniciar la conversación con mis compañeros__ volvemos a Mukuru. Tengo ganas de descubrir a donde llegan tan laberínticas callejuelas.

 

__ Difícil lo tendrás__ me repuso el doctor Casimiro, girando el rostro, a la vez que levantaba levemente su cara para saludarme; ante lo cual nos quedamos Nacho, Javier y un presente expectantes__ según parece ha habido algún cambio de planes del sacerdote Isahía, quien ha llamado telefónicamente para dejar claro que ni se nos ocurra volver a aparecer por allí. Se ha excusado en problemas técnicos, aunque ya sabemos que tipo de problemas pueden hacer que desprecie nuestra atención.

 

__ Si, así es, y por ello cambio de tercio__ dijo Víctor, quien junto a Luz, cargados con dos cajas, se pararon de repente, para introducirse en la conversación__ de padre anglicano a padre católico. El tal Isahía nos desprecia, pues bien…, Paul ha llamado al padre Tony, un sacerdote ugandés de una congregación religiosa alemana, y él nos espera para que podamos montar en su escuela la clínica. ¡Ánimo y no desesperéis amigos! La huella de Dios está impresa en nuestro camino__ y prosiguió su marcha con las cajas, entre risas.

 

__ Pues sí, qué más da…__ contestó Javier convencido__ aquí hacen falta tantas tiritas y atenciones, como niños revolotean por todas partes.

 

El sentido de humor no se perdía, aunque en la actitud de todos algo era más evidente todavía, la voluntad de no parar, de continuar ayudando haya donde pudiese ser menester. Dicha voluntad se veía todas las mañanas obstaculizada por la larga espera del autobús que nos iba a desplazar, aunque cada vez ello nos representaba menor problema, ya que el latido de nuestros corazones ya bombeaba al ritmo africano, una cadencia distinta a la occidental, un compás que nos permitía saborear del tiempo sin las prisas del estrés, con la complacencia del gozar de las pequeñas cosas, de lo tantas veces pasado por alto, pero que aquí, pausadamente observado, nos proporcionaba variopintas sensaciones nuevas.

 

El autobús partía hacia nuestra nueva misión, en la zona rural de Ruai, en el mismo condado de Nairobi, a unos cuarenta kilómetros de la ciudad. Por fin nuestra primera incursión en el campo, fuera de la enorme capital, dejando atrás las interminables barriadas de chabolas que la flanquean, seguimos por el este una carretera que nos ofrecía las tierras desnudas de la Kenia ecuatorial. Nos presentamos inmediatamente frente a la sabana africana, donde entre poblados diseminados se podía apreciar puestos de venta ambulante de verduras y frutas, niños con ropa escolar que caminaban diseminados por el borde de la calzada, con pequeñas mochilas, así como ancianos harapientos y protegidos de un largo bastón, al cuidado de escaso número de cabras. El Sol se mostraba imponente y desafiante en esta desconocida tierra, obligándonos a ventilarnos como mejor pudiésemos, con todas las ventanillas del autobús abiertas. De repente los autobuses viraron a la izquierda, por lo que se debía de imaginar como un camino. No era más que tierra pedregosa la cual dibujaba, hacia donde nuestra vista podía alcanzar, un llano seco y polvoriento. Del terreno, a lo lejos, surgían leves nublosas de polvo en suspensión. Miré al frente y pensé que nos habíamos perdido en el paraje más desolador jamás percibido, como si nos encarásemos al fin del mundo. Recorrimos escasos kilómetros, el chofer, nervioso, tras encontrar grandes rocas en el camino, paró el vehículo, inmediatamente el autobús del medicamento se posicionó a nuestro lado. Los dos conductores se miraban, mostrando muecas aparentes de desconcierto. Paul, inquieto, trotaba incesantemente de su asiento hacia la luna delantera y vuelta atrás, gesticulando con el móvil en el oído. El entorno era completamente árido, desolador, como si tras el horizonte se mostrase el fin de la vida. Jeffrey vociferaba en inglés, señalando hacia enfrente, aunque ladeando su brazo levemente hacia la derecha. A unos cientos de metros una polvareda se levantaba violentamente. En breve visualizamos un coche que se acercaba a toda velocidad, la escena era rocambolesca, ya que se trataba de un flamante mercedes rojo, con unos años de vejez, aunque de buen ver, de no ser por el barro adherido. Del auto salieron precipitadamente dos personas, el conductor era delgado y bajito, un keniata con rostro alargado y risueño; como copiloto nos encontramos a un señor alto, corpulento, con bastantes kilos de más, con cara redondeada, también negro, aunque yo intuí por sus ademanes de mando que se trataba del padre Tony, ya que mostraba mucho rigor y dignidad en el modo de recibirnos, incluso pareció que iba a bendecirnos sin dejarnos bajar del autobús. Tras breves palabras intercambiadas con Paul, el ya confirmado padre Tony, dibujando una marcada sonrisa en su cara, giró su enorme cuerpo con alegre agilidad, indicándonos con el brazo elevado al cielo que le siguiésemos a su dulce morada. En escasos minutos llegábamos a un oasis de casas, entre las cuales destacaba el colegio vallado, de ocho edificios de adobe, de los característicos de la zona, con humilde revestimiento, escasamente pintados, con las ventanas protegidas por unos rudimentarios ventanales metálicos, aunque con la vitalidad de los centenares de niños que desde dentro del recinto vitoreaban nuestra llegada. El padre Tony nos recibió a todos, con visibles muestras de agradecimiento, mientras bajábamos del autobús. Tras entrar en la escuela, quedamos quietos mientras diversos grupos de niños nos cantaban y realizaban diversas danzas y bailes tradicionales. Más que un grupo de cooperantes parecíamos turistas, cámaras fotográficas en mano, inmortalizando al desfile de niños que nos daban la bienvenida. Tras casi una hora de espectáculo, nos mostraron, fuera del recinto escolar, en un patio con suelo cementado, donde debíamos de montar la clínica itinerante. Cambiamos rápidamente nuestra relajación, por un ir y venir de camillas, cajas, medicamentos, sábanas y demás.

 

Los habitantes de esta zona rural, avisados a última hora de nuestra llegada, acudían poco a poco, en escasos grupos diseminados de personas, lo cual nos permitía disponer de más tiempo para ordenar nuestra humilde clínica a la intemperie. Los niños se encontraban en sus clases, por lo que deduje que en este día pocos serían los niños que iba a suministrar vitaminas, ya que el resto de población se encontraba diseminada en una gran extensión de tierra, color ocre, que se perdía a nuestra vista. Acudí a la zona de los oftalmólogos para ver si podía ayudar en algo, ante lo cual me puse a limpiar con agua los distintos recipientes metálicos que utilizaban. Tras ello oteé todo el terreno, observando armonía en las labores que estaban realizando mis compañeros, y descubriendo como el padre Tony marchaba andando hacia una callejuela donde se encontraban varias parcelas valladas. Tony al llegar a la primera parcela a mano derecha, la única con la entrada construida de pared, penetró en ella decididamente. Observé a Nacho distraído, sin ganas de emprender las escasas tareas que se avecinaban, tras lo cual les indiqué__ Voy a darme una vuelta, me llevaré vitaminas por si encuentro niños, ¿os apetece venir?

 

       Javier hizo un gesto negativo, irguiendo su gran estatura en espera de los primeros pacientes. Aunque Nacho no dudó ni un instante__pues sí, a mi me apetece dar una vuelta__tras lo cual se quitó la bata y me siguió hacia el pedregoso camino.

 

       Marchamos en principio por un camino de gravilla que nos adentraba en pequeñas parcelas agrícolas, dentro de las cuales se habían construido cabañas de barro con techos, unos metálicos, otros de paja. Las escasas personas adultas que encontrábamos en el camino ni nos miraban, absortos en sus quehaceres cotidianos. Tras observar lo lejano que se divisaba el vacío panorama, decidimos dar marcha atrás, ante lo cual sugerí a Nacho el aproximarnos a la parcela donde se encontraba el padre Tony. Llamamos a la puerta de entrada varias veces, tras breves instantes una voz femenina, aunque ronca nos hablaba en un desconocido dialecto local:

 

__ Hola, buenos días__ le indiqué con cortesía al abrirnos la puerta de entrada__ ¿está el padre Tony?

 

       Su respuesta fue gestual, invitándonos a entrar. Nos adentramos por un ancho camino de arena, a nuestra derecha aparecía imperiosamente una construcción rígida, la cual por sus ventanales, a media altura con finalización en punta, me reveló al instante que era la iglesia de la congregación religiosa. Rebasamos la iglesia, tras lo cual giramos hacia la izquierda, paseando tranquilamente entre parcelas pequeñas de terreno cultivado con diversas plantaciones de cereales y verduras, todo ello flanqueado por frondosos árboles. Al fondo aparecía una casa bien construida, aunque austera, por la cual nos dejó entrar nuestra acompañante. Entramos en un pequeño comedor, donde se encontraban dos sacerdotes jóvenes, con rasgos distintos, uno era mexicano, jovial y conversador, el otro mucho más introvertido, era senegalés. El padre Tony al vernos comenzó a charlar animosamente, con fuerza tanto en su voz, como en las carcajadas que resonaban en toda la casa. Tras las primeras presentaciones descubrimos que los dos jóvenes eran realmente seminaristas, que se encontraban de prácticas con el padre Tony, quien ejercía de tutor. Tony nos mostró la pequeña casa, y al entrar en la cocina nos presentó también a una hermosa muchacha, de alta estatura, quien respondía al nombre de Martha, una joven keniata que llevaba con suma delicadeza unos cuencos metálicos, y se desplazaba por la casa con total seguridad. Al volver al comedor la mesa tenía platos y cuencos de comida, lo cual me incomodó, acelerando mis excusas y despidiéndome inmediatamente. Tony comenzó a reír estrepitosamente, y mostrándonos dos platos vacíos nos invitó a que nos sirviésemos de la comida de los cuencos. Nos servimos de uno con arroz hervido, del otro de fríjoles negros con una salsa sabrosa, del otro un tipo de col hervida, con la textura muy suave que se llama sukuma wiki, lo cual conjugado y completamente mezclado fue un deleite, culminado por la llegada de Tony con cervezas frías, que tras ser abiertas nos proporcionaron la excusa de la celebración, la llamada al brindis y a la bendición de tan admirable manjar.

 

Llenos en cuerpo y alma, salimos de la casa junto a Tony, quien nos mostraba los enormes plataneros que crecían en sus inmediaciones, junto a las plantaciones de cereales y verduras. Yo no pude dejar de admirar el vergel, el paraíso que se había logrado transformar en ese reducto de tierra.

 

__ Si, es maravilloso__ comentó Tony, como intuyendo nuestro pensamiento__ aunque muy costoso, aquí en esta tierra tan árida, la suerte está ante vosotros.

 

       Observaba una enorme cisterna instalada sobre un armazón metálico, tras lo que expresé nítidamente mi pensamiento__ claro, ya lo decía mi amigo Sayed, el agua, el agua es el origen de todo. 

 

__ Pero que difícil es aquí ese preciado bien__ aseveró Tony__ como en todo, lo más importante es lo que no se ve, aquello que por lógica se mantiene oculto, el agua está muy profunda en estas tierras, hemos tenido que cavar un pozo de cuarenta metros para abastecernos, gracias a Dios, y a una organización de amigos de Castellón.

 

__ Si, es admirable la buena labor__ repuse con convicción, rememorando mi conversación de hace unos meses con Vicente Barberá, un intrépido trabajador, de Castellón, en cuyos ojos serenos detecté la luz y la fuerza que me había ayudado a emprender esta desconcertante aventura__ el bueno de Vicente ha soldado bien esta estructura, así como otras...

 

__ ¿Vicente?__ se sorprendió el padre__ ja, ja, ja, conoces al bueno de Vicente, oh señor, los caminos del señor son inescrutables.__ Después de la curiosa anécdota sobrevino un breve instante de contemplación silenciosa.

 

__ Bueno…__ preguntó con cierto interés Nacho__ ¿cuanto dinero podríamos estar hablando para crear un pozo de agua potable?

 

__ Uff!! Es caro, muy caro, unos tres millones de chillins.

 

       En el silencio que precedió quedé pensativo: “treinta mil euros, eso es una cifra muy cara, muy cara para cualquier proyecto particular”. Salimos de la gran parcela, dirigiéndonos hacia la acampada donde trabajaban nuestros voluntariosos compañeros. Ya cerca, a unos cincuenta metros ascendimos un pequeño montículo que nos permitía otear la frenética actividad de la expedición médica. Allí se encontraban incansables, mostrándose como un curioso y cómico escenario, donde las sábanas blancas separaban cada una de las escenas desarrolladas. A un lado Casimiro, sentado en una caja gris, lee atentamente un grueso libro, buscando la fórmula que mejor pueda diagnosticar el mal observado; frente a él, Víctor corre de un lado a otro, atendiendo a dos niños de la misma complexión física, con sendos estómagos extremadamente inflamados y rostros visiblemente doloridos. Después de la primera sábana, se abre una nueva escena: Susana recorta una plantilla, siguiendo el lápiz trazado sobre ella, mientras Maria Vicenta atiende un enorme tobillo enrojecido, tras el cual se encuentra su  encantadora dueña, una joven delgada, fea aunque muy risueña, vestida con harapos sucios, la cual mantiene los brazos elevados hacia lo alto, con las palmas de las manos hacia arriba, en expresión de temor ante la cura del musungu. Tras la siguiente sábana nos aparece la farmacia, donde Jeffrey trabaja incansable, rellenando frascos, siguiendo las acertadas indicaciones de Luz. La última sábana que nuestros ojos podían sobrepasar nos conducía a osteopatía, donde una obesa keniata postrada sobre la camilla, desnudaba su espalda sin fin, para que Raquel le realizase las friegas pertinentes, que le aliviasen la sensación de dolor, todo ello ante la atenta mirada siempre severa de Andrea. Sin visibilidad ninguna, entre bastidores, imaginaba la mesa de triaje con el pequeño Luís siempre animoso, dando brincos de impaciencia, junto a Toni y su famoso next con el cual despachaba airosamente los números de sus pacientes; también me venía a la mente los habituales enjuagues de Javier, tras el arranque de la muela corroída; así como la enorme sala de curas donde in extremis, tanto Marta, María, como Jesica, aplican su más singular ingenio ante las hirientes fatalidades del terreno, inventándoselas para curar úlceras ya secas o infectadas en demasía, al no haber recibido la atención médica en el momento que se precisaba.

 

Transcurridos unos minutos Tony se giró para despedirse__ Amigos, va siendo hora de refugiarme en mis tareas diarias, dad las gracias a Paul de mi parte, espero veros tan pronto os sea posible…__, una inquietud se apoderó de mí ya que este gracioso sacerdote, que solo había conocido desde unas horas atrás, sembraba en mi un nuevo interés de conocer más, de entender nuevas realidades.

 

__Padre,__ esta vez me dirigí a su persona con un tono de voz baja, calculado de antemano, para dar más solemnidad a la conversación que intentaba retener__ desde que he llegado a Kenia observo a las personas necesitadas, a estos humildes seres que tan poco poseen, y a su descendencia con el mal augurio del lastre que esclaviza su futuro. Según me cuentan, ya que yo solo conozco esto, los problemas son similares en todos los países africanos, los cuales se encuentran, por así decirlo, en un estancamiento económico. ¿Cómo cree que ello se podría solucionar?, ¿hay posibilidades de desarrollo real?

 

El padre Tony quedó quieto breves minutos, observando el horizonte donde se perdía a la vista pequeñas plantaciones, junto a cabañas mediocremente construidas, de barro y techo de paja. Esta vez su sonrisa era más discreta, su mirada oscilante, y su voz por momentos ausente. Luego, con voz tronadora, comenzó a razonar__ claro que sí, el desarrollo es posible, en verdad necesario. La única forma de desarrollo que se necesita es el desarrollo social; desarrollo en cuanto a generar infraestructuras que puedan usar las personas de la comunidad; social en cuanto al sentido de dicha comunidad, en cuanto a la satisfacción que la utilización de estos incentivos les reporten.

 

__Creo entenderle__ repuse con el ceño fruncido y fija mirada__, o sea…, no el mismo desarrollo para todos, las circunstancias del lugar, del tiempo, del tipo de relaciones sociales, todo ello ¿condiciona el tipo de infraestructuras a crear, para que pueda usarlas la comunidad?

 

__Bueno sí__ el tono de Tony era siempre conciliador__ así podríamos definirlo. Mira, Ruai carece de muchos servicios sociales: desde hospitales, hasta educación, alimentos y agua. Aunque hay otro problema social que nos desborda, ya que las familias monoparentales han superado las cifras de padecer VIH, esto nos debe de condicionar la estrategia de incentivos creados para la comunidad, para lo cual la Iglesia Católica tiene el apoyo de SVD y algunas ONGs, para aliviar el sufrimiento de dichas familias monoparentales. Por otra parte, una apuesta firme que hemos mantenido es la educación, mediante la creación de una escuela para que muchos niños puedan asistir a la educación primaria, ya que antes debían de desplazarse a lugares muy lejanos, con tarifas muy caras por el autobús, además de la incomunicación que se produce en la temporada del monzón, que imposibilitaba el que muchos niños fuesen al colegio.

 

__Claro está__ aduje convencido__ la educación será siempre el inicio de la civilización, la inversión en su mejora preservará a los pueblos de una futura decadencia. Aunque…, en cuanto a lo de las familias monoparentales, no llego a entender a qué te refieres ciertamente.

 

__Ja, ja, ja__ rio intuitiva y violentamente el padre Tony__ haya donde estuvieres, haz lo que vieres, decís en tu país. Pues bien, en tu país las familias monoparentales no son una lacra, aquí sí, y gorda. Padres, con esposas fallecidas por enfermedades, con hijos que dejan a sus abuelas para que los cuiden y eduquen mientras marchan a la ciudad a trabajar. Violaciones y enfermedades mortales, que abocan a los niños a una educación sin la estabilidad matrimonial. Y muchos otros casos, donde el tutor del niño puede llegar a ser cualquier miembro de la familia. Aunque el hecho más extendido, vete a entender el porqué, el de niñas que son embarazadas en su más temprana edad, pasando a convertirse en madres solteras prematuramente, con muchísimos casos de huidas a la gran ciudad, para ganarse la vida añorando en soledad a su hijo abandonado a familiares o al orfanato de turno, terminando su desesperación cayendo en la prostitución como la única solución posible.

 

__¡Dios mío!__ exclamó Nacho__ No doy crédito a lo oído, ¿y esto ocurre en esta zona?, ¿en Ruai?, ¿Por qué?

 

       Tony continuaba riéndose, aunque el tono actual alcanzaba la carcajada más honda__ muchacho, esto ocurre por toda África, esto es en verdad una mala hierba que crece por toda la tierra del continente. Una consecuencia de tantas y tantas miserias…

 

__Si, aunque ahora ya…, una causa, una causa, una causa de muchas y peores miserias__ contesté sin pensarlo, tras tomar conciencia del problema, finalizando el tétrico panorama descrito, con una profecía siniestra__ la solución es un disparate, como el pez monstruoso que se come su cola. Muchos de los esfuerzos que se realizarán en un futuro toparán con la desidia del desarraigo familiar. La mejora en la educación es importante, sí, pero…, el sentido de familia, el sentimiento de identidad, ¿Dónde encontrarlo? ¿Cómo van a creer en sí mismo los niños, en su progreso y porvenir?

 

Ya quedaba todo dicho, la orfandad de tantos niños se transformaba en una lacra que les iba a marcar de por vida. La consecuente despedida fue un prolongado abrazo que unió nuestro ímpetu, nuestra buena voluntad, y nuestras fugaces esperanzas. Tras ver alejarse al ya nuevo amigo, reflexionaba sobre como África muestra sus ventajas y sus carencias a pecho descubierto, con la desnudez que nos permite reconocernos mejor, albergar relaciones mucho más naturales y humanas. Aunque ello pueda resultar peligroso, ya que psicológicamente abrimos un terreno de difícil dominio, un campo donde reconoceremos como iguales a personas con severas desventajas, con enormes carencias, y donde siempre permanecerá viva la desesperante frustración.

 

Nuestra vuelta al centro médico fue tomada con cierta indiferencia. El día se suponía relajado, ya que al acudir a Ruai de forma precipitada, los enfermos fueron recibidos poco a poco, con la calma que permite organizar las colas sin excesivos contratiempos. De todas formas, al atardecer, a la hora de desmontar la itinerante clínica, me mostré voluntarioso al máximo, ya que la conciencia debe de consolarse con el equilibrio de los actos impuestos y sentía la imperiosa necesidad de mostrarme útil a tan genuino grupo. De ese día recuerdo poco más, ya que transcurrió con la sutileza de un agradable encuentro, de una tenue remembranza de la calma del campo, de las sencillas gentes que allí moraban, de los inocentes niños alegremente impactados por nuestra inesperada visita. Sentado en el autobús, de vuelta al necesario descanso, fatigado y relajado, con la agradable brisa  que penetraba por la entornada ventanilla, elevé mis pensamientos hacia un estado mental inconexo, perdiendo la percepción de quienes me rodeaban, con los ojos abiertos, aunque completamente abstraídos, sentía el movimiento del autobús, en un mundo que viaja por el universo, dando vueltas sobre sí mismo. La vida solo es vida si las nuevas generaciones nacen, son criados por sus padres, se les educan, buscan un estable porvenir, y ya como adultos se preocupan por mejorar las condiciones de sus hijos, intentan que su futuro sea todavía mejor. Cuanta tristeza y desazón en un mundo donde muchas generaciones fueron completamente aniquiladas por tan diversos motivos: esclavitud, conflictos armados, grandes epidemias, enfermedades sin cura, migraciones sin rumbo. Ataques mortales a la cultura del pueblo africano, a su identidad étnica, a su modo de entender la vida, sus orígenes y su cosmogonía. Su resultado no ha sido gratuito, más aún ha sido carísimo, el darme cuenta de ello me dolió, en ese momento sentí un daño extremo, una emoción ingente de rabia. Cuantos niños desamparados, cuantas madres solteras, abandonadas al azar de un rocambolesco destino. Cogí mi bloc y escribí impulsivamente, notas desesperadas, dibujos incomprensibles, signos irreales. Al llegar a casa Anders arranqué las hojas, las destruí una a una, las eché al suelo, les prendí fuego, las pisoteé, siendo observado por la incomprensión de quienes no pueden llegar a entender mi sufrimiento, los que a la postre repudiaron mi conducta, violando mi tan ansiada soledad. Recuerdo que el atardecer ya había oscurecido los rostros, no pudiendo distinguir a los agresores, quienes inconscientemente se mofaron de mi actitud, con concisos y disparatados insultos. Dos años después, tras haber viajado más de diez veces a estos prístinos parajes, logré escribir sobre el sentimiento que cultivé en el crepúsculo de un día tan emotivo y revelador.



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