La Educación en África Subsahariana: Big problem
Historias de África
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La Educación en África Subsahariana: Big problem.
Autor: Raúl Estañol Amiguet
“Un grito desesperado en el Valle del Rift”
Viajando desde Nairobi hacia el Noroeste, comencé a descubrir realidades latentes en las entrañas de los africanos más empobrecidos. El paisaje ecuatoriano de un verano tan cálido, a mediados de febrero, nos mostraba a primera vista una explosión de colores: el rojo de los frutos en ciertos árboles frondosos, el color azafrán de las hojas caducas, las flores lilas brotaban entre árboles dispersos.
Compartí viaje con siete niños huérfanos keniatas: Maurice Ambwere, Malvin Otieno, Danix Wanyama, Felix Otieno, Abdulahi Mohammed, Felix Odhiambo y Musa Otieno, de la Kibera más profunda, y miembros de Slum Soka Kibera, asociación Keniata de promoción del deporte en la barriada de chabolas de Kibera, en Nairobi. Además me acompañaba Calvin Oweti, otro huérfano de veintisiete años, el cual entendió hace muchos años que el esfuerzo hacia sus semejantes es la única forma de desarrollo, y con la compañía de William, el conductor del matatu, procedente también de Kibera, persona práctica, hasta llegar al punto de la crueldad, de quien solo sabe sacar provecho, aunque con sonrisa pintada en su rostro
Un viaje, una aventura hacia un destino incierto. En la meta, el colegio de educación secundaria St. Ignatius de Mukume, en Kakamega. En dicho colegio una sorpresa nos esperaba: la elección de Felix Odhiambo, por sus habilidades en la práctica de fútbol, para poder perma-necer en St. Ignatius de Mukumu, de forma gratuita, durante los cuatro años de duración de la educación secundaria. Todo ello gracias a las gestiones inciertas de Calvin, gracias al arrojo de un creyente.
El resto de niños, abandonados a su suerte, marcharon a acompañarme en mis ges-tiones de Kisumu, y en Nyando. ¿Un éxito o seis fracasos? El difícil entenderlo para un occidental. Calvin eufórico, el resto de niños, todos felices, ya que uno estudiará y los otros seis se hospedarán por primera vez de sus humildes vidas en un hotel, fuera del sofocante hedor que causa el verano de febrero, en las estrechas callejuelas de Kibera
Estos niños, aún y así, pobres y carentes de recursos, son niños privilegiados, ya que pudieron estudiar educación primaria. Otros niños más desdichados, conviven con familias tan humildes que no consiguen ni pa-gar las tasas escolares de la educación primaria.
Pero aún a tan temprana edad, 15 o 16 años, un terri-ble acontecer les acecha. El encuentro con la realidad. Lo que mis amigos africanos denominan “big problem”. La educación secundaria en Kenia, y por extensión, en toda África Subsaharia-na, es carísima, es imposible, para el irrisorio ingreso de cualquier familia de los “slum” de Nairobi. La única posibilidad de estos niños, el confluir de dos circunstancias: Slum Soka Kibera les ha permitido jugar a fútbol; por otra parte, a siete horas de viaje, desde Nairobi, la educación secundaria es más accesible, aunque desafortunadamente para ellos, no lo suficientemente accesible como para poder estudiar allí. Solo un chico tuvo suerte, al considerarlo el mejor futbolista, fue aceptado gratuita-mente por el centro de escuela secundaria St. Ignatius de Mukumu, en Kakamega.
Ahora lo entiendo, en estas duras tierras africanas, el que un niño de los “slum” pue-da conseguir estudiar secundaria, más que una alegría, es un milagro. En Nairobi, y sus alrededores, la educación secundaria sube a precios desorbitados para las humildes familias de las zonas de “slum”. El africano pobre, en su gran mayoría, reza sufre y se desvive por que sus hijos logren alcanzar estudios, a los que ellos no tuvieron acceso, desde la era de los colonialismos.
Conversando con mis amigos africanos veo la perplejidad de sus siempre alegres ojos. Cuando nombro los estudios universitarios, me miran asombrados, recelosos de un futuro muy lejano y desconocido. En los “slum” dichos estudios están vetados, el sonido de sus letras suenan a misterio, a algo sacro a alcanzar. Solo el Collage, una especie de bachillerato especializado, es reconocido en el lugar, por su mayor accesibilidad.
En nuestro mundo, muchos acomodados ignorantes desprecian la Universidad. Allí donde el latido del corazón resuena más, el imposible de la Universidad resuena en la noche, en la lumbre encendida de los “slum” abarrotados.
“slum”: chabola
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