Juego Político: El Control del Poder
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Juego Político: El Control del Poder
Autor: Raúl Estañol Amiguet
Me siento obligado a revelar verdades, no por la repercusión del escrito, la cual adelanto que será nula; más bien las dejo ver por respuesta a las vulgares burlas de conocidos míos, los cuales ríen al creer que no me dedico a la política por mi torpeza de talentos, o más bien, por mi falta de cultura. Ante tal desfachatez, me propongo clarificar el significado de política, desde un enfoque realista y desvelado.
La civilización presente es un producto histórico del pasado. Tanto de las influencias de las precedentes civilizaciones: egipcia, minoica, micénica, griega, romana, Edad Media,…; como de los diversos avatares de la civilización actual: la civilización occidental, o como más me gusta exponer, ya que intuye claves de la comprensión de mi razonamiento, de la civilización capitalista.
El juego político actual nace tras la Revolución Francesa y la expansión del contrato social como único medio de propiedad. La evolución del sistema capitalista fue dispar según el transcurso del tiempo y según el espacio donde se desarrolló. En dicha evolución, distintos fueron los intentos de globalización que se fueron gestando para homogeneizar el sistema capitalista. Fue gracias a la tecnología que la velocidad de homogeneización creció vertiginosamente.
En el antiguo sistema feudal, las propiedades y el capital eran estables, recayendo el control del poder en las clases privilegiadas de la aristocracia y de la monarquía. En el sistema capitalista, en teoría, los medios de producción y el capital son más inestables, basados en los contratos de propiedad, basados en la acumulación de beneficios, provocados por un incremento exponencial de la producción de bienes y servicios; también basados en una teórica igualdad de oportunidades, aunque en la práctica la naturaleza humana de los más poderosos no permitirán tan fácilmente ese estado de libre mercado, de libertad de competencia, que permitiese la igualdad de oportunidades para cualquier ser humano.
La sociedad actual sigue siendo clasista, y potenciadora de unos privilegios que benefician a quienes controlan el poder.
¿Quién controla realmente el poder?
La globalización ha llevado a una atomización de centros de poder, a lo que Foucault muy bien denomina micro poderes. Aunque estos poderes realmente recaen en las grandes corporaciones bancarias y empresariales, ya que la fuente del poder siempre es económica, en el actual sistema capitalista.
Entonces, ¿en que consiste el poder político?
El nuevo sistema de poder económico-capitalista requería de un marco jurídico que le permitiese su expansión. El contrato social y las nuevas constituciones crearon un nuevo marco jurídico al que denominaron democracias. Las nuevas democracias se nutrieron de las diversas ideologías gestadas tanto por el mantenimiento de privilegios de la antigua aristocracia, como por respuestas a las diferentes inquietudes sociales que fueron suscitándose desde el siglo XIV, aunque principalmente durante el siglo XIX. Lo curioso es que dichas ideologías se basaban en fundamentos tan dispares como ciencia, religión, política, libertades,…
En la actualidad, los partidos políticos responden a un ideario híbrido, gestado por las circunstancias gestadas tras el origen y la difusión de las diversas ideologías surgidas, tras las distintas guerras y Estados fascistas del siglo XX; surgidos todos desde las primigenias y hoy caducas democracias del siglo XIX y principios del siglo XX; todo ello, por motivos principalmente económicos, de control del poder y de expansión vital.
Las democracias, en la actualidad, deben de inspirar una sensación de justicia social, no sin prescindir del control del poder. Para ello, mediante un sistema partidista de turno en el gobierno, se ha creado todo un entramado legal que permite mantener unos poderes policiales y judiciales, dependientes y al servicio del poder político, y de los intereses económicos que dicho sistema debe de mantener. A ello ayuda un control exhaustivo de los medios de comunicación por los órganos de poder.
La política en el sistema capitalista realmente es política económica, disfrazado de política social, con un sutil velo de bienestar social del ciudadano. La fortaleza de los Estados se basa en la fortaleza de sus miembros, ya que si la población en general es débil, el Estado es débil. Por ello, una democracia fuerte, como medio de gobierno, y como mecanismo capitalista de control, es una sociedad con una elevada y predominante clase media. O sea, cuando en un Estado la clase media predomina sobre la clase baja, el Estado se fortalece, ya que la recaudación que puede realizar el gobierno es mucho mayor. Hoy en día, el nivel impositivo de cargas del Estado sobre la ciudadanía oscila en el 60% de sus ingresos; es decir, cuando más clase media, mayor será el importe de los ingresos del Estado.
Como ejemplo paradójico, encontraremos en Estados con escasa institucionalización política, o con graves carencias en el control del ejército y de la policía, como brotan de forma espontánea organizaciones mafiosas, las cuales intentan controlar cierto territorio y/o actividades. Estas organizaciones son el enemigo natural de los gobiernos, ya que intentan suplantarlos, aunque solo sea parcialmente, en los privilegios que el gobierno goza sobre la población en general. Los medios de comunicación, los juzgados y la policía van a ser las herramientas esenciales que utilizarán los gobiernos, como medios de eliminación de competencia.
En épocas de crisis económica es cuando el juego político se complica, ya que en esos trágicos momentos se demuestra más claramente que el Estado es mantenido realmente por las clases medias de la población. Las clases altas y privilegiadas del sistema capitalista se protegen, produciéndose paradojas en cuanto al enriquecimiento, en todo tiempo ilícito, de los más ricos y poderosos, aprovechando el empobrecimiento de las clase media, por las cargas impositivas.
Aunque el caso más curioso a destacar en épocas de crisis es el político, ya que el control de poderes debe de nutrirse de su principal fuente: el poder económico. En un panorama de reducción, constreñimiento de la economía, por partes de los poderes políticos no se produce un mayor nivel de corrupción, o mejor dicho, de robo de la Caja Única del Estado, y de favores económicos de las corporaciones empresariales y bancarias más poderosas. En realidad, el nivel de corrupción y de cobro ilegal del dinero es exactamente el mismo de siempre.
Aunque lógicamente en épocas de crisis la corrupción se aprecia más, ya que ante varios años de decrecimiento económico del capitalismo, sistema gestado para todo lo contrario, o sea, para crecimientos expansivos, se observan en mayor grado las mismas injusticias.
Delata a los poderes políticos el anunciar “pactos anticorrupción”, desde la arena política, cuando salen a la luz sus sistemas de financiación y de generación de beneficios. Nunca se hablará de la falta de ética, de las injusticias morales, de la responsabilidad proporcional al cargo político que ocupan. Todo pacto únicamente servirá para velar, para entretejer las cadenas que nos oprimen, con guirnaldas de flores. La excusa es muy buena y muy bien transmitida a la sociedad: “vivimos en el mejor sistema posible”.
El mecanismo del opresor, el juego político se mantendrá en la arena política del sistema político actual.
Únicamente una acción civil enérgica, ilegal según el sistema, aunque llevada con responsabilidad y de forma pacífica, logrará preservar los principios morales que puedan lograr que me movilice. Ojala, que nos movilicemos todos.
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