Consejos Morales para los Cooperantes en África Subsahariana
Notas sobre la Cooperación al Desarrollo
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Consejos Morales para los Cooperantes, en África Subsahariana
Autor: Raúl Estañol Amiguet
En la cooperación al Desarrollo más importante que la propia cooperación, es el cómo se realiza dicha cooperación. El cómo, es el camino, la costumbre, el modo como influiremos en todo el entorno. La moral, debería de ser el camino que nos guiara, el camino que nos evitara incurrir en nefastos errores. Ya que dichos errores a quien perjudicarán realmente será a los receptores de la cooperación, a esos africanos, con necesidad de recursos, a los cuales dejaremos en su día, como abandonados al azahar, a sus propios miedos.
Los cooperantes gestionan, proponen, diseñan el proyecto de la organización que representan. Al ser actores en primer plano, los cooperantes pueden condicionar significativa-mente la calidad de la cooperación, ya que dentro de su organización tienen poder, espa-cio e influencias propias que pueden usar de un modo o de otro. La sonrisa, el guiño, el tono de voz, el gesto, se convierten en herramientas de su labor. Los cooperantes tienen poder. Por ello debemos de proponer una guía ética, una guía de conducta sobre el cómo se coopera.
Debemos tener claro que el protagonista del proyecto no es el cooperante, ni la agencia de cooperación, prestad atención a evitar el narcisismo, el protagonismo, tanto personal, como de la institución a la que representáis. La contraparte local es la verdadera protagonista. El cooperante debe asesorar, sugerir y proponer, aunque nunca contra la opinión de la contraparte.
Los proyectos de Cooperación se inician en base a lo que falta en una comunidad, aquello que si que existe en el país del que proceden. Ello lleva a situaciones de infraestima colectiva. El cooperante debe valorar lo que ya existe, lo que ya se hace, lo que ya se sabe en la comunidad donde se realiza el proyecto. Estimulando la autoestima en la contraparte local.
El voluntario debe de entender la cooperación como un encuentro de fuerzas, una suma de voluntades, donde no se debe de ayudar a quien no se ayuda a sí mismo, ya que todos los implicados en un proyecto de cooperación deben de ser como socios que colaboran en una tarea común.
Debemos de cooperar, nunca donar, ya que el problema de la gratuidad de la donación es que no aporta valor, evita el esfuerzo, genera pasividad, inutilidad, un sentimiento de inferioridad, y no permite el desarrollo. Si se le da algo, se le quita el incentivo de ganarlo, de soñarlo, de trabajar por eso, de ir haciéndolo propio, primero mentalmente, y luego realmente. No hay desarrollo sostenible sin esfuerzo propio.
Más importante que la consecución de los objetivos del proyecto de cooperación es el propio proceso del proyecto. El proceso incrementa la capacidad de la contraparte local y de la comunidad, para realizar nuevos diseños de nuevos proyectos. El cooperante no se queda. Podéis volver, aunque lo que realmente queda es la comunidad. El crecimiento de la capacidad local no es muy visualizable, aunque es lo verdaderamente fundamental.
El cooperante debe comprender la cultura de quienes le acogen, sus valores, su lenguaje, sus refranes, sus costumbres, su concepción del mundo. El choque cultural solo se solu-ciona con la comprensión. Escuchar es básico. De todo ello, podremos verdaderamente enriquecernos.
Se produce la paradoja de que el cooperante no se siente satisfecho en el mundo occiden-tal, donde reside, y por ello, decide vivir, sentir, ayudar a aquellos que cree más necesita-dos; aunque todo ello desde la visión de un occidental, el cual se cree en la misión de guiar a los “atrasados” de los países del Sur, en ese tránsito hacia el desarrollo que el cooperante cree conocer. Dicha homogeneización cultural arremete contra el mal llamado “tercer mundo”, asfixiando la biodiversidad cultural. De este modo, el cooperante, teórica-mente crítico del imperialismo cultural, puede contribuir fácilmente a dicho imperialismo, la única cultura que conocen. Una herramienta esencial para luchar contra ello es dar va-lor a la cultura de los pueblos del Sur.
En la Cooperación existe el filo de la navaja: imponer o aceptar. Es muy importante que la contraparte y la comunidad, receptora del proyecto, se sientan con la libertad de criti-car con franqueza las actuaciones del cooperante y del organismo que representa. Para ello es aconsejable aplicar la metodología Investigación Acción Participación, basándonos en nuestros aciertos, también en nuestras equivocaciones, y siempre teniendo en cuenta a nuestra contraparte y a la comunidad entera.
La desigualdad de poder entre la institución de desarrollo, representada por los cooperan-tes, y la contraparte, es real. No debemos de ocultar tal desigualdad, más bien clarificar-la, señalar sus límites y consensuar las reglas de juego. Esa desigualdad debe de ser siempre cuestionable. El sentido crítico nos debe de poner en duda todas las estrategias y acciones que acometer.
El cooperante debe de realizar un papel de puente. El cooperante procede y conoce a la institución de desarrollo, a la vez, el cooperante vive a diario en la sociedad de la contra-parte. Su misión debe de pasar por relacionar ambas lógicas, aportando un sentido críti-co, que enriquezca a todas las partes, o sea mediante el rol de bisagra.
Lo más importante debe de ser el beneficio del desarrollo local. El cooperante debe de interactuar al máximo. El camino será compartir y no competir. Recordad el evitar los protagonismos.
El objetivo es contribuir al éxito del proyecto acordado con la contraparte, la cual debe de ser el verdadero protagonista. El objetivo no es el ser querido por los beneficiarios de los proyectos. El cooperante jamás debe de hacer caridad personal.
El ejercicio de cooperar es un verdadero intercambio. Nuestra actitud debe de ser siempre receptiva, manteniendo los ojos, los oídos, incluso los poros abiertos. El cooperante tiene una gran oportunidad para comprender otra cultura y otros valores. Se trata de un mo-mento único para aprender del propio país y de uno mismo.
Al finalizar los recursos de cooperación el proyecto debe subsistir, con recursos propios de la contraparte. Esto exige trabajar para irse, mediante un progresivo desplazamiento de las responsabilidades y de la toma de decisiones. Para ello es necesario delegar. Delegar conlleva formar, la formación no es suficiente, debemos de saber observar, saber escu-char. Ya que el delegar necesita que la contraparte aprenda, se responsabiliza, se capaci-te y se empodere en el objetivo de continuar. El cooperante tiene un final anunciado: hacerse innecesario.
El voluntario en el extranjero, tiende a la búsqueda de sensaciones, de sentimientos, de satisfacciones personales, las cuales son difíciles de sentir en el mundo occidental. Todo ello es peligroso, ya que podemos equivocar el verdadero sentido de la Cooperación al Desarrollo. Debemos de buscar más la recta acción, cuya único sentido es el de apoyar, formar, capacitar, y a la vez, aprender, de la comunidad receptora del proyecto. Ya que en el futuro serán los verdaderos y únicos actores que continúen dichos proyectos.
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