Cuento. Amanecer tenebroso en Casa Mateo.
Autor: Raul Estañol Amiguet
Los destellos del Sol sorprendían los sentidos, el gélido roce de la ventisca matutina refugiaba los ánimos tras ventanas y portaladas. Nada más lejos de la realidad, a tan temprana hora la persiana de casa Mateo abierta a medias intuía la desgracia, acompañada por el revuelo de la hojarasca y por los bravos golpes de las ráfagas del frío y húmedo viento de levante, que a su rastro dejaba una densa niebla.
A lo lejos aparecía una misteriosa silueta, la cual se dirigía a paso firme hacia la entrada del asador. De espaldas, a punto de entrar agachando la testa, nuestro poeta recoge sigilosamente su sombrero de ala ancha. Ante la puerta ya entreabierta su rostro serio transmitía la sobriedad de un rostro marcado por la crudeza de una vida no deseada. El silencio lo envolvía todo, aunque un leve suspiro intuía la calma. Al lado de la máquina tragaperras, una soga anclada a la viga de mobila, una silla tumbada en el suelo, daban a presentir el drama de lo ocurrido. En una esquina, sentado cabizbajo, Bosco se mantenía inmóvil, su calva invadía la escena. La presencia del sombrero de piel de conejo, y de quien lo encaramaba, no pasaba inadvertido para Bosco, quien ya esperanzado, relajaba la tensión de sus músculos.
— Dios!— suspiraba Bosco, mirando al frente, con los ojos como platos, confuso por el momento vivido— cuando vi la silla temblar, como perdiendo el equilibrio, pensé: es el fin. Joder!! Menos mal que la sujete con los pies.— El maño sentía un afecto innegable por el solitario narrador, aquel que simplemente le observaba con fraternal afecto. Las desdichas de Bosco desde la infancia, se multiplicaban en su madurez, sus continuos cambios de humor, sus emociones incontrolables, no eran más que heridas sangrantes, provocadas por la valiente actitud ante sus creencias, familia y paternalismo, eran las dos ideas que marcaban su quehacer diario.
— Amigo mío — la voz del narrador susurraba con dulzura— hemos pasado malos tiempos, aunque se superan en cada cruce de caminos, este también lo superarás…
— Como?— el rostro de Bosco se ensanchó, soltando una sonora carcajada— de cruce de caminos me hablas… Jo, más diría que me he caído de morros por unos cuantos barrancos, y joder, que leche me he pegado.
La llegada del fabulador no era casual, las últimas revelaciones del vecindario, las escondidas risas burlonas de los de siempre, los gritos, los empujones desafiantes, las sirenas de policía nacional sonando frente a su alquilado piso, el gran cuchillo de cocina en el cinto al enfrentarse a los jefes del nuevo trabajo de la madre de sus hijos. Tanta palabrería de los habituales al local, aquellos que de cara callan y a la espalda dañan.
— Tu sabes…, mis hijos son lo primero; pero su madre, su madre, se ha pasado…— de repente la frente del tabernero volvía a sudar; sus ojos abiertos, con las pupilas, como puñales, se perdían tras la pared de enfrente.— toda nuestra relación fui un “pagafantas”, traje de Colombia a mi hijastra, Nancy, supongo que fruto de algún “grasoso” de Cali; luego a la hijastra, de su otra pareja en Tokio, la japonesita, Chihiro. Angela se operó las tetas en Bogotá, tras muchos nones míos, a más pagué el tratamiento dental de mi suegra caleña. Todo bien, hasta que me quedé sin un duro.
Nuestro narrador le observaba cabizbajo, como quien desea que pase pronto el mal trago, mientras comenta en voz baja— Sabes Bosco, son otras culturas, el apego para ellos…, vienen aquí, donde tanto trabajo nos costó lo que tenemos…
Con rostro anonadado Bosco sentencia— Está vida es una absurda mentira.
Reflexivo, nuestro poeta le comenta suavemente, como recitando— la vida no es una mentira…, en realidad lo que creemos importante, no importa.
— No solo eso…,— los pesados párpados del hijo del maño se mantenían cerrados. Toda la farsa vivida se truncó cuando la realidad se le presentó con tanta crudeza, que su propia conciencia se le reveló, de súbito, reaccionando ante aquello que el buen juicio ya no puede tolerar.— me tocó tragar con toda la familia, cada mes pagaba el pasaje de uno de sus paisanos, hasta vivíamos con el novio de Nancy, recién salido de la trena por camello. La excusa de acogerlo, que al preñarla se responsabilizaría del bebé. Pobre niño.—un silencio tenso invadía el comedor, los párpados de Bosco, hinchados y enmudecidos denotaban cansancio— el malnacido lo mató, una horrible tarde lo reventó contra las paredes del dormitorio.
La realidad de lo contado siempre supera a lo jamas imaginado. El rostro del fabulador entristecía marcadamente, tras la atrocidad del relato, no pudiendo elegir mejores palabras— lo siento amigo.
— No podía soportarlo, uf, el forense me enseñó todos los moratones, la cara desfigurada...— Tras una larga pausa, Bosco continuó el desesperado relato— Angela me miro con odio, debía mentir, si mentir por Nancy y el miserable. Sabes…, yo vi al angelito balbucear, jugar con las manitas abiertas al cielo, y el canalla lo mató!
Sentados frente a frente, el poeta le cedía un pañuelo al desconsolado Bosco, quien mirando fijo el trozo de tela, se puso a reír a carcajadas. Efecto de la locura vivida, o reflejo de una conciencia que logró despertar, y tras años de ensoñación, observar el montículo putrefacto y pestilente en el que se convirtió un pedazo de su vida— jaja, la Nancy visitaba en Picasent al desgraciado de su novio y le pasaba hachis, jaja, metido en paquetes, la muy tonta, seis meses le han caído de prisión. Jaja, el culpable yo, despreciado por mi mujer y echado de casa por no poder ser ya, un “pagafantas”. Jaja, de nuevo soltero, viviendo con mis padres, viendo a ratos a los niños, dos años duros, pero poco a poco… Jaja, y ahi viene la pesadilla, el fin de la mascletá.
— Eso es lo que no entiendo amigo— repone con el sombrero de ala ancha sobre sus rodillas— “lo que no mata, te hace más fuerte”. Entonces? A que santo este despropósito?
El rostro de Bosco dejó de sonreír, como si tras tanto disparate contado, faltase el más funesto de los relatos, pareció tragar saliva— pues si, ayer cuchillo en el cinto, me enfrente al argentino y a dos de sus secuaces. Miserables no quisieron escucharme… Bueno, todo empieza cuando Ángela me pide más dinero, y que vuelva con ella. Al negarme por dignidad, me escupe diciendo: te arrepentirás. Joder si me arrepentí, el flacucho del Oscar, tras almorzar en mi casa, borracho, me espeta en la cara, en medio del comedor, que Ángela no está en la barra del club, que ella también le compra coca y se sube con el mejor postor.
— Perdona Bosco— le dice sujetándole los hombros— por Dios, que demonios…
Cabizbajo, Bosco entreabre sus párpados, mirándolo de soslayo, adivinando su incredulidad— sí, el argentino regenta la casa de putas de la calle de atrás, joder, y allí la han contratado, para vergüenza de mi familia y estacada a mi espalda. El argentino se burla, fui a matarlo y ni preso me quieren…
“Cuan pena en el mundo, por las malas acciones improvisadas.
Cuan mala mesura, al actuar el despechado.
Cuan peligroso resulta, la desidia del desafortunado.
Cuan dolor provoca, el rehacer del ignorante.”
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