La política en democracia, un problema social. Una sociedad civil alienada.
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La política en democracia, un problema social. Una sociedad civil alienada.
Autor: Raúl Estañol Amiguet
En nuestra democracia actual el debate ideológico y político gira alrededor de un dualismo de concepciones. Dichas concepciones generan contradicciones y paradójicas posturas, las cuales les hacen adoptar decisiones, inducidas ante las fluctuaciones del entorno, tanto del entorno que nos sorprende como del intencionadamente creado. Otra vez nos encontramos ante la simplificación de las conciencias de la sociedad civil, ya que las decisiones políticas nos mantienen distraídos, mientras la realidad actual adopta una complejidad cada vez mayor en todas las áreas de la vida. Para mayor claridad voy a explicarlo por pasos.
En primer lugar, en este dualismo de concepciones gestado en la actualidad, podemos hablar del bando conservador, o de derechas, el cual siempre tiene la disposición de mantener los marcos jurídicos lo más estables posibles, a poder ser inmóviles. Supongo que ello vendrá gestado por su herencia ideológica, la cual debe devenir de la antigua monarquía absolutista y nobleza, de la extinguida Edad Media. Aunque el bando conservador también ejerce su dominio en las relaciones productivas, a las cuales presta su apoyo incondicionalmente.
Paradójicamente, los conservadores defienden a ultranza el realismo político, siendo en economía, en un primer momento, política heredera del liberalismo, o sea de la ideología que defiende la no intervención estatal en la economía, herencia del economista escocés Adam Smith; y posteriormente del neoliberalismo, el cual tras el surgimiento del socialismo, del anarquismo y de los fascismos, defiende los mismos principios clásicos que el liberalismo, aunque con la decisiva intervención del Estado como tutor de la libre competencia. Todo ello les obliga a modificaciones continuas, ya que mediante una alianza tácita con los poderes económicos que defienden la liberalidad de los mercados económicos, más concretamente de los mercados financieros y de las empresas transnacionales; o sea mediante el concierto del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional y de diversas instituciones, con diversos tipos de relaciones entre ellos; el sistema capitalista se transforma en pos de su supervivencia y de su legitimidad, como terreno lógico de actuación en cualquier escenario democrático actual, ante la globalización imperante.
Entiendo que debo de hacer una aclaración introductora, para que puedan comprender con mayor claridad lo que intento explicar:
La tendencia del neoliberalismo imperante llevó a la liberalización de los flujos monetarios, lo cual aceleró el proceso mediante el cual el dinero pasó a ser la mayor mercancía movilizada a nivel mundial. Fecha destacable sería 1974, cuando EEUU abolió los controles monetarios internacionales para los movimientos de capital. De este modo se permitió mayor libertad a las inversiones especulativas, con los consabidos conflictos posteriores; como la crisis de 2008.
La crisis de 2008 fue en realidad producida inicialmente por las suprime, o sea por la reducción de las exigencias en la concesión de préstamos hipotecarios debido a la creación de agencias bancarias privadas no suficientemente controladas por los poderes públicos estadounidenses. Entendamos que esas medidas desregularizadoras que hoy nos parecen incomprensibles son tomadas, y serán tomadas siempre, mientras no dejen de engañarnos nuestros poderes públicos, para incentivar el crecimiento geométrico del sistema capitalista. Posteriormente dicha crisis ha desencadenado en numerosas y diversas crisis que han debilitado ciertas economías, crisis financieras, donde los responsables directos, la banca, a obligado a todo el mundo: Estados, empresas y sociedad civil; con su cambio de estrategia, lo cual le ha permitido seguir ganando dinero, y traspasar sus equivocaciones al empobrecimiento de las empresas y de la sociedad civil en general.
Además nos encontramos con los países más occidentalizados, dentro de una economía global, los cuales han debido de hacer frente a diversos problemas estructurales de dichos países, debido a su elevado peso del gasto público. Produciéndose el cambio de modelo económico, en un concierto macroeconómico mundial, el cual tiende hacia una globalización donde otros países sin esos elevados costes estructurales marchan más ligeros, me refiero a países donde el peso estatal, o sea del segundo poder, el sector público, es menor, como China o India.
También podríamos destacar como rasgo coyuntural el exceso peso de ciertas actividades sobreexplotadas o no creadoras de tejido empresarial, como el sector de la construcción. Aunque este sea un caso que se ha producido de forma aislada en países como España, Irlanda o Islandia. Países que se han aprovechado de una estrategia a corto plazo sin cubrir, con otras expectativas empresariales, el medio y el largo plazo.
Luego de la aclaración de los párrafos anteriores detallar que inducidos por el movimiento de pensamiento o intelectualismo progresista, el bloque conservador, siempre será considerado por gran parte de la sociedad civil como el socio acérrimo de los poderes económicos imperantes y el enemigo de los trabajadores, mejor dicho, de los trabajadores por cuenta ajena, los cuales recelan de perder las ventajas sociales que han logrado en el siglo XX. Y los conservadores también aparecen maquillados, por dicho intelectualismo progresista, como los enemigos de los trabajadores que cobran del erario público, o sea, de aquellos que han pasado progresivamente a formar parte de la clase trabajadora de la nueva elite: el segundo poder, el sector público. Por otra parte, digno es reseñar que también existen y siempre existirán los pequeños comerciantes y los autónomos en general, los cuales desamparados por la diversidad de sus actividades y por la desaparición de las asociaciones de gremios, que les permitían históricamente defender sus derechos; deben de mantenerse en multitud de ocasiones firmes devotos de este bloque conservador, asumiendo el rol de amigo político de un sistema capitalista desnaturalizado, y ante el cual tampoco se sienten identificados, ni representados.
En segundo lugar, la otra fuerza política alterna, la cual completa la dimensión dualista y la tranquilizadora percepción de la realidad política democrática por la sociedad civil, se caracteriza por un progresismo, cuya ideología se intenta construir en base a la Razón surgida en el siglo de las luces y a los sistemas ideológicos de emancipación del ser humano, mediante la creación de un sistema de seres humanos libres y paradójicamente mediante un liberalismo histórico y político parejo al liberalismo del conservadurismo.
Históricamente, tras el fracaso de la generación y consolidación de la República como sistema político, y el acatamiento de las reglas del juego democrático, el progresismo se sustenta principalmente en la ideología de la narración de la emancipación y de la búsqueda futura de la libertad del ser humano, propia del modernismo y de la dialéctica especulativa de Hegel, pero respetando las premisas del mercado, de la oferta y la demanda. Aunque debo de aclarar que dicha búsqueda futura se considera cierta y correcta, de un ideal de futuro realmente incierto. Por todo ello, se legitima el derecho al cambio y a la creación legisladora de innumerables aspectos socioeconómicos y culturales, olvidando u omitiendo analizar en todo momento las bases u orígenes que podrían haber generado el hecho a modificar, o sea aventurándose a un progreso mediante la fe ciega de que todo futuro será mejor, o sea bajo la fe del modernismo, de la era del progreso, generando una contingencia histórica determinada. Esta forma de progreso que realiza el progresismo cuando ejerce el poder encomendado democráticamente entra de este modo en mimetismo con la incierta evolución de la ciencia actual. La ciencia actual se basa hoy en día en la tecnociencia, la cual al progresar tan vertiginosamente se debate en las incontroladas consecuencias que puedan deparar el olvido de nuestro pasado.
Todo ello conlleva que la contraparte política del progresismo, o sea el conservadurismo, realice una batalla legislativa sin sentido contra la premura de las modificaciones progresistas. Tanto los progresistas como los conservadores se basan en la confrontación de las posiciones adoptados por su oposición parlamentaria; todo ello decorado, por parte del progresismo, por el principio de defensa social de la clase trabajadora, con la cual busca su identificación de valores, mediante diversas políticas sociales; aunque con contradicciones evidentes, válgame a modo de ejemplo la política fiscal aplicada normalmente por el progresismo, ante situaciones económicas restrictivas de déficit público, mediante decisiones que suelen decantarse por la creación o ampliación de los impuestos indirectos, o sea de cargas impositivas al consumo, como por ejemplo el IVA, los impuestos sobre los combustibles, el tabaco,…; en lugar de cargar impuestos directos progresivos como el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas o el impuesto de sociedades. Digámoslo claro pues, mediante la carga impositiva que recae en los impuestos indirectos, se penaliza flagrantemente a la población en general, o sea a la sociedad civil, a los verdaderos clientes del sistema público gestado. Aunque con cierta lógica diré que la subida de los impuestos indirectos realmente perjudica al consumo de dicha población, dejando la explicación del consumo para el punto en donde ahondo en él con más precisión.
Por mi parte matizar que no debo ser juzgado como antidemocrático por desvelar un juego de intereses, el cual tan fácilmente puede observar cualquier ingenuo lector. Tampoco me corresponde opinar sobre otros sistemas políticos que pudiesen mejorar nuestra democracia actual, ya que nací en este sistema político, social y económico, y me encuentro atado en mis orígenes, como aquel que relata que el mejor tiempo que ha existido es el por él vivido. De todas formas debo profundizar en dilemas, los cuales voy a enumerar. Dichos dilemas nos pueden ayudar, mediante argumentaciones posteriores, para en los artículos sucesivos hacer una propuesta de mejora lógica del sistema democrático actual:
1º Sin intentar romper ese dualismo de poderes políticos que tanto agrada, y adormece a tantas conciencias, ante la compleja situación, me gustaría detallar un problema de origen, en la soberanía popular, o sea un problema de la sociedad civil, me refiero a la tiranía de las mayorías. Dicha tiranía la ejerce el pueblo de forma ascendente, sí y es responsabilidad de toda la sociedad civil el reconocer su desidia e inmadurez, haciéndose partícipes de la responsabilidad política que deben de asumir, aunque disguste a nuestros políticos.
La sociedad civil hoy en día mediante la corrupción aceptada, mediante la satisfacción y los logros de las masas populares, por medidas concedidas por los gobernantes, con el único objetivo de seguir siendo receptores de sus votos, premia una injusticia. La sociedad civil busca la satisfacción de sus derechos, huye del reconocimiento de sus deberes, y para ello es fácil votar al adulador, no al político. El adulador es aquel político irresponsable que con la Caja Única, o sea con el dinero que la sociedad civil ha pagado como cargas al Estado, satisface temerariamente a grandes bolsas de votantes, con el único deseo de volver a ser reelegido. Todo ello se logra de muy dispares formas, ya que la voz del pueblo pasa a estar manipulada por la propaganda, aspecto sobre el cual trataré más profundamente en otro punto del trabajo.
Añado a ello, y en conexión con el mismo sentido, la ligereza con la cual es tratado en el sistema democrático actual la_dualidad derechos-deberes, ya que se ha inculcado a la sociedad civil el privilegio a tener un gran número de derechos, los cuales van adormeciéndonos de nuestras responsabilidades en cuanto a la soberanía popular. Valgan para finalizar varios claros ejemplo: el derecho a voto en las elecciones democráticas el cual puede ser realizado tanto por delincuentes, como por borrachos, drogadictos y personas ingratas en general, las cuales curiosamente tienen el mismo derecho a voto que usted preciado lector; el joven con 30 años que nunca a trabajado, porque simplemente no le ha apetecido, el cual tras un accidente en una noche de borrachera tiene una pequeña lesión, por la cual saca un subsidio a perpetuidad, y el cual exige a los servicios sociales del municipio que acudan diariamente a su domicilio para poder movilizarse, ya que él es poseedor de derechos.
2º La periodicidad de las elecciones es de cuatro años, muy corto periodo para poder gestar progreso. En primer lugar, como hemos explicado con anterioridad, el voto lo da la sociedad civil por conveniencias particulares. En segundo lugar los partidos políticos actúan con la volatilidad que demuestran diariamente ya que son inducidos por los mecanismos de la sociedad capitalista, hasta el punto de que por agrupaciones puramente económicas, como la UE, se pueda intervenir externamente un país, por dichas agrupaciones supranacionales.
Todo ello conducirá a nuestros gobernantes, en estos ciclos de cuatro años a realizar actuaciones políticas a corto plazo, las cuales nos llevarán a consecuencias como mínimo inciertas, o sea como anteriormente ya había comentado a un futuro incierto. En dicho futuro incierto palabras juiciosamente gestadas por el Banco Mundial: sostenibilidad, mercados informales, justicia universal,…; caerán en el más hondo de los vacíos, ya que son creadas como reclamo de una carencia. O mejor dicho refiriéndome al léxico último descrito por Richard Rorty, dichas palabras aumentan el sistema de argumentaciones, el cual sirve para justificar nuestros errores, ante las devastadoras consecuencias del fracaso de la modernidad. Sostenibilidad es palabra obligatoria de pronunciar en todos los organismos internacionales ante la evidencia de que nuestro planeta no es sostenible; mercados informales es una forma de denunciar despectivamente a todos aquellos mercados que salvan vidas humanas de la malnutrición, sobre todo en países pobres, pero que no fiscaliza impuestos, ni permite la entrada a las empresas transnacionales; justicia universal, se refiere a la justificación de todas las acciones reprochables que pueda realizar el motor bélico del sistema capitalista: EEUU y sus socios.
3º Aclarar que la democracia actual es representativa y no participativa. Ruego atiendan concienzudamente a dichos términos, ya que más que un matiz se trata del descubrimiento de un engaño. La sociedad civil solo puede elegir a quien para gobernar, pero no como gobernar. Desde los medios de comunicación debidamente manipulados, hacen llegar a la sociedad civil la consideración de nuestra democracia: la mejor posible, la perfección y el desarrollo de la arcaica democracia griega. Pues bien, la antigua democracia de la acrópolis permitía a la sociedad civil participar activamente en la vida pública, mediante discursos, alegatos, votaciones sobre actuaciones públicas, sobre decisiones judiciales,… Nuestra sectaria visión de la democracia ha proyectado al sector público como único garante de lo social, o sea, ha estatalizado el sistema. En el transcurso de los años se ha ido constituyendo una verdadera oligarquía de poderes, mediante un acuerdo tácito de dichos poderes públicos con los poderes del capitalismo, o sea, de las corporaciones bancarias y empresariales, asunto al cual le dedicaré un apartado específico.
Que la democracia actual sea representativa ha originado mayores males si cabe, debido a que la sociedad civil además de no participar en los órganos de decisión, tampoco tiene participación ninguna en la decisión de que representantes configurarán un papel determinante en cada uno de estos partidos políticos a votar. Creándose un sistema partidista en el cual todo queda en manos del secretario general del partido, con la única posibilidad de realizar elecciones primarias, en las cuales solo podrán votar afiliados a dichos partidos. Desvirtuándose todo el panorama de partidos políticos a un seguimiento ciego del ideario político de cada uno de los partidos. Y centrándose la rivalidad por los cargos de dichos partidos, no en la competencia de sus opositores, sino más bien, en la sumisión a los dictados del partido político en cuestión.
4º Constataré que el mecanismo democrático actual genera una debilidad de los gobiernos, la cual es propia de su degenerada estructura de votaciones. Los gobiernos para poder ser los administradores de la tan deseada caja única durante los cuatro años de turno, no dudan lo más mínimo, incluso mofándose de sus logros, al pactar con minorías o formar coaliciones, lo más variopintas posible. Dichos pactos suelen realizarse con minorías nacionalistas, las cuales sacan un excesivo rédito del complot orquestado, desorientando la justicia del sistema.
5º Resaltaré el elevado coste del sistema donde se distribuyen competencias de un poder central, con otro gobierno regional, con otro gobierno provincial o comarcal, y con otro gobierno local, los cuales en numerosas ocasiones duplican competencias, se mantienen de forma simbólica o existen solo por derechos históricos.
A lo anteriormente dicho debemos sumarle el sobre-coste inducido por el pago a otras formaciones políticas por su apoyo o coalición a la hora de las votaciones. También es destacable el pago a otro tipo de instituciones: los sindicatos mediante subvenciones para tranquilizar los ánimos de los trabajadores; a gobiernos de otros países con la justificación de la cooperación, aunque en realidad dicho pago responde a otros tipos de intereses empresariales;…
Así en España podemos encontrarnos con funciones que se reproducen en distintos niveles institucionales, ya que la administración pública se distribuye en siete niveles: europeo, nacional, autonómico, provincial, comarcal, local e institucional. Todo ello provoca la ineficiencia del sistema democrático actual.
6º Destacaré la lentitud tanto en adoptar las distintas decisiones el poder ejecutivo, como en la legislación de dichas decisiones en la arena política. No debemos de olvidar tampoco el incluir en este apartado, por el colapso en el cual se ve subyugado, a un poder judicial, el cual está también claramente politizado, perdiendo por ello su independencia, aclamada originariamente por Montesquieu, respecto al resto de poderes.
7º Destacaría el desprestigio de la figura política, el cual responde a todo lo anteriormente expuesto, y conlleva que no se trate del gobierno de los mejores, tal como explicaba Platón en la República, cuando describía el gobierno de la aristocracia. Más bien se trataría del gobierno de quienes tienen castas familiares políticas, lo cual conlleva a distintos tipos de poderes tiránicos; similar apreciación a la expuesta por Platón, el cual argumentaba que la democracia derivaba en tiranía.
Dicha tiranía se produce sobre todo en gobiernos provinciales y en gobiernos autonómicos, donde el poder está unido a intereses estratégicos de la zona determinada; y también se trataría del gobierno de oportunistas, los cuales definiría como personas muy carismáticas que transmiten un mensaje de esperanza, no justificado por el conocimiento que albergan, más bien justificado por el éxito y la fama que consiguen conquistar en la arena política y posteriormente en los medios de comunicación.
En este mundo en el cual vivimos tenemos por ello unos referentes los cuales, junto a otros factores que iré analizando poco a poco, sirven de ejemplo a la sociedad civil para su desorientación, para su pérdida de valores, para su negación de expectativas y para su individualismo competitivo.
8º Como último punto destacaría que no todas las democracias son iguales, y por mucho que disguste al progresismo europeo meridional, en países como España existen otros vicios inherentes a nuestro joven e inmovilista sistema democrático.
Las listas electorales son cerradas; válgame el remarcarlo ya que si ese progresismo existente fuese tan real, ellos mismos denunciarían lo que nadie denuncia: la sociedad civil debería de ser quien elige a nuestros responsables públicos, y en realidad no es así ya que es el partido, da igual de que parte del dualismo hablemos, es el que elige, el que decide, el que inmoviliza, y el que finalmente genera oligarquías en el sistema público.
Además se hace reflexionar a la sociedad civil entre la estéril opción de realización o no de primarias; primarias ¿por quien? ¿por la sociedad civil? Que va, primarias en las cuales participan los mismos miembros del partido político objeto de las primarias, esto no es soberanía popular, yo lo llamaría más soberanía de partido, ya que la sociedad civil se mantiene en ascuas, y sin embargo nos quieren convencer de que la elección es democrática, cuando los que votan en las primarias son los que siguen a rajatabla la disciplina autoritaria del partido en cuestión, el cual hace y deshace sin rendir cuentas a la sociedad civil. Como ejemplo expondré lo que me dijo un diputado de la Generalitat Valenciana ante un argumento mío sobre los conflictos políticos entre los distintos partidos: “los contrincantes a priori entre los distintos partidos somos compañeros, los verdaderamente adversarios somos los contrincantes dentro del mismo partido, ahí es donde se fragua el verdadero conflicto”. Este es el origen de muchos intereses creados, intereses los cuales no pueden ser contrariados ya que la sociedad civil no puede rechazar lo únicamente importante para cualquiera de nuestros representantes políticos, o sea el poder dentro del propio partido, el cual lleva a la consecuente disciplina de partido, al estar a favor de las decisiones de su partido aunque no las compartan.
En otros países, válgame el ejemplo de EEUU, existen los jefes de distrito, los cuales son elegidos por la sociedad civil en listas cerradas, pero con demarcaciones pequeñas en las cuales solo existe una opción de ser elegidos. De este modo dichos jefes de distrito se ven obligados a actuar de cara y a favor de ese distrito, de esa porción de sociedad civil, la cual puede vetar directamente las malas actuaciones de su representante público. Dicho hecho provoca en múltiples ocasiones el que un representante público vote de forma distinta a los intereses de su partido.
Válgame este último ejemplo para hacer un inciso en la importancia de la transparencia en cualquier actuación pública o privada, la cual se maximiza ante porciones más pequeñas de sociedad civil, como puede ser un distrito.
Anteriormente he resaltado la importancia que adquiere en las actuales democracias la figura del político carismático, político al cual se le valoran dotes y aptitudes muy distantes de los ideales de conocimiento, prudencia y madurez, que deberían de albergar nuestros fieles gobernantes. Cuando digo “nuestros fieles gobernantes” me refiero a los que deberían de guiar certeramente a la sociedad civil, válgame como ironía.
En el tiempo que vivimos, la juventud, con sus vicios producidos por la falta de experiencia, la apariencia meramente física, la imposición de nuestras ideologías por medio del discurso violento y competitivo, los sofismas retóricos, la burla, el cinismo; son características innegables de la arena política. Aunque más grave es ello si destacamos que esos políticos carismáticos que cada vez más en boga están, son similares a aquellos ilustres personajes del siglo XX que nos llevaron a tan tétricos totalitarismos.
Para apoyar mis argumentaciones rescataré las opiniones vertidas por Primo Levi, quien fue deportado por el nazismo a Auschwitz en 1943, escribiendo un libro tras su cautiverio: Si eso es un hombre; del cual veo interesante extraer el siguiente párrafo (Levi, 1998: 231,232)
“(…)De monstruos, hay, pero son demasiado pocos para ser realmente peligrosos; son más peligrosos los hombres corrientes, los funcionarios dispuestos a creer y a obedecer sin discutir, como Eichmann; como Höss, comandante de Auschwitz; como Stangl, comandante de Treblinka; como los militares franceses de veinte años después, quienes masacraron en Argelia; como los militares americanos de treinta años después, quienes masacraron en Vietnam. Debemos desconfiar, pues, de quien nos quiere convencer con medios diferentes de la razón, es decir, de los líderes carismáticos: hemos de ser cautos en delegar a otros nuestro juicio y nuestra voluntad. Como que es difícil distinguir a los profetas auténticos de los falsos, es mejor sospechar de todos los profetas”.
Así la sociedad civil debemos de comenzar reconociendo nuestra ignorancia, nuestra falta de conocimiento, de sentido común; para mantenernos alerta ante los engaños, ante las promesas mal intencionadas.
De momento solo precisaré que otros deben de ser los motores institucionales e individuales que nos movilicen, palabras como responsabilidad, altruismo, solidaridad, conocimiento, transparencia, participación; deben de reconstruirse y empoderarse completamente en cada uno de nosotros y en las instituciones que deberían de servirnos, y las cuales actualmente sólo nos representan.
La sociedad civil debe de ser más consciente de los problemas que acechan a nuestras democracias; no debería de caer en saco roto el que cada vez disminuyen más los votantes en las elecciones democráticas, llegando a la paradoja de que muchas veces más de la mitad de la población con derecho a voto no lo ejercitan, lo cual debería de dirimir responsabilidades en nuestros políticos actuales, ya que actuando en responsabilidad debería de llevar a una crisis en la democracia para progresar a un mejor estado, donde la sociedad civil se comprometiese en mayor número.
El poder efectivo se encuentra en las clases superiores, todo ello legitimado por la irresponsabilidad de la élite intelectual actual; según palabras de Noam Chomsky (Chomsky, 2005:201):
“la moderna teoría de la democracia se ha apartado de muchos de los ideales jeffersianos, y de hecho se basan justamente en el miedo y la desconfianza de la gente, a la cual no se le ha de permitir que determine la política pública ni que entre en la esfera pública porque, así como lo expresan los pensadores contemporáneos, es demasiado estúpida e ignorante”.
Nuestra sociedad civil debería de tener mayor derecho a una democracia participativa y no representativa, como la actual; ello se podría conseguir mediante los presupuestos participativos en los ayuntamientos, o sea mediante la participación de la sociedad civil, de todos los municipios, en la distribución de las partidas presupuestarias de los ayuntamiento. Para la organización de todo ello se deberían de asignar, democráticamente, representantes de barrios, de agrupaciones vecinales y de asociaciones de ciudadanos, los cuales, debidamente organizados, acudieran a los plenos del ayuntamiento con una legitimidad decisoria.
Por otra parte, toda legislación, u obligación de su cumplimiento, se debería de centralizar al máximo, evitando la localización de dichas competencias en esferas autonómicas, de diputaciones, de ayuntamientos; o de grupos de poder económico; a los cuales les puede llegar a interesar dichas localizaciones para controlar mejor ciertos factores productivos. Para esclarecerlo mejor, y a modo de ejemplo, pongo como ejemplo los PAIS o sea la regulación de proyectos urbanísticos por los ayuntamientos en España, las cuales han llevado a la corrupción a muchos funcionarios de ayuntamiento en las sucesivas recalificaciones de terrenos, todo ello gestionado municipalmente, aunque con el beneplácito del gobierno central. Dichos funcionarios municipales, arrastrados por la expansión económica que estaba provocando el boom de la construcción, y dirigidos por empresarios y promotores, los cuales con ambiciosos proyectos urbanísticos hacían frente a una demanda irresponsable de viviendas por parte de una sociedad civil inducida por la facilidad de concesión de préstamos hipotecarios y por el enorme mercado de recalificaciones en las compraventas de inmuebles y solares.
Las competencias legislativas y ejecutivas de un país deberían de ejercerse desde una bipolaridad extrema, a la cual denominamos Democracia Radical, para minorar las corrupciones cíclicas. Se debería de eliminar tanto los gobiernos autonómicos, como las diputaciones y todos los sobre costes que vienen provocados por la diversificación de funciones, la cual se produce en muchas ocasiones mediante la repetición y el solapar de funciones.
El gobierno central debería de asumir la mayoría de funciones, no cediendo en un reparto de poder, el cual provoca mayor número de funciones atribuidas, muchas de ellas repetidas, además un mayor gasto público y paradójicamente una mayor dependencia de las administraciones públicas. El gobierno central lógicamente debe de tener representación estatal de forma territorial y proporcionada, aunque ello en ningún momento debería de significar reparto de poder, al cual se le denomina en muchas ocasiones y de forma falsa como solidaridad territorial, y lo único que encubre es un regalo de privilegios que perpetúan incluso a nivel familiar, en las regiones y en las provincias.
En segundo lugar los ayuntamientos deberían de amasar mayores competencias, aunque mediante presupuestos participativos. Mediante una sociedad civil organizada en barrios y/o en asociaciones que dotasen de representatividad directa a la sociedad civil en la dirección y aceptación de los presupuestos del gasto del dinero público. Así dicha sociedad civil tendría competencia directa en todas las tareas e infraestructuras a realizar anualmente en cada una de las poblaciones.
Por último les ruego una reflexión: “que curioso la simplicidad de medidas que mejorarían nuestro sistema democrático actual. Aunque eso sí, ¿Cómo superar los escollos de aplicar una medida conservadora tan drástica como la centralización del control de poder, junto a otra medida progresista tan drástica como la descentralización total, delegada en ayuntamientos, de la decisión de reparto del gasto, mediante presupuestos participativos, o sea, del reparto de la tan anhelada caja única?”.
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