¿Por qué los políticos delinquen?
Denuncias sobre lo Indenunciable
www.fundacioncronosvidaycultura.org
¿Por qué los políticos delinquen?
Autor: Raúl Estañol Amiguet
El sistema democrático actual, es realmente un sistema de reparto del poder en turnos. Ello, según los recuentos de votos de aquellos que acuden el día de las elecciones, a dar la apariencia de realidad democrática del país. Las circunstancias y las inclinaciones personales de los que acuden a la llamada al voto, tendrán que ver en la valoración del ganador. Todo un juego, para el cual se conciertan las ideologías que confunden a la sociedad civil.
Pero, ¿Quién es el ganador?, ¿un futuro gobernante?, o realmente un partido político, con organigrama jerárquico y empresarial; y con sistemas de financiación inmorales, por los cuales se pactan el tráfico de influencias que más les interesan, para beneficiar a los que realmente financian el poder político.
Existen democracias más evolucionadas, en las cuales las elecciones se realizan para cabezas de distrito, los cuales amasan un poder, en base a unas elecciones más individuales. Ello crea un velo más tupido, el cual consigue que los partidos políticos estén más libres de culpa, se sientan más libres en su control financiero y de poder, ya que la apariencia de las elecciones democráticas reside más en las personas a las que se eligen y menos en el partido político como corporación. Gracias a este sistema, el dualismo político se ve reforzado.
En España, la elección individual de ciertos políticos solo se producía en los ayuntamientos, donde los alcaldes tomaban un carisma de servicio público para sus conciudadanos, los cuales votaban más al individuo, sin tener tan en cuenta a los partidos políticos que representaban. Ante este obstáculo, el sistema de poder de los partidos políticos, gestó un sistema de control de los ayuntamientos, el cual fue recayendo paulatinamente en los comités provinciales de los partidos políticos; e incluso en las diputaciones provinciales, instituciones con escasas competencias públicas, aunque con un gran poder de decisión en la elección del engranaje de promoción de los miembros del partido gobernante.
En España, la elección individual de ciertos políticos solo se producía en los ayuntamientos, donde los alcaldes tomaban un carisma de servicio público para sus conciudadanos, los cuales votaban más al individuo, sin tener tan en cuenta a los partidos políticos que representaban. Ante este obstáculo, el sistema de poder de los partidos políticos, gestó un sistema de control de los ayuntamientos, el cual fue recayendo paulatinamente en los comités provinciales de los partidos políticos; e incluso en las diputaciones provinciales, instituciones con escasas competencias públicas, aunque con un gran poder de decisión en la elección del engranaje de promoción de los miembros del partido gobernante.
Para que se entienda mejor, me remitiré a una afirmación en boga en la arena política: “los miembros de los distintos partidos son compañeros, los verdaderos contrincantes son los miembros del mismo partido político, ya que lo más importante es prosperar dentro de los centros de poder, o sea, dentro de la jerarquía de cada uno de los partidos”.
Los partidos políticos funcionan con una estructura claramente jerárquica, donde únicamente son referencia, e idolatrados, los miembros del partido que ocupan posiciones de más responsabilidad. Para el ascenso político, se requiere una sumisión total a los líderes del partido, dando la apariencia, en todo momento, de que esos líderes gozan de una legitimación absoluta. Una legitimidad cuya única base es su estatus de poder en el organigrama del partido.
¿Por qué, entonces, los líderes políticos siempre tienden a aceptar lo inmoral e injusto, en las decisiones políticas? El ser humano cuando sufre represión por un objetivo a alcanzar, nunca dudará ante las consecuencias del comportamiento que deba de adoptar al alcanzar dicho objetivo. El hecho es simple, ya que ante la falta de principios, de valores, y de aptitudes que deberían de originar la búsqueda del servicio público, de la atención a la comunidad; lo único que primará en la mayoría de dichas personas, que logran alcanzar un alto estatus en el partido político, va a ser el mantenimiento de sus privilegios, para lo cual siempre interesará mantener la legitimidad y el poder adquirido por el partido. En contraprestación, y por necesidad de supervivencia, todos los miembros del partido político en cuestión, les ampararán y protegerán en todo momento, esperando alcanzar un ansiado ascenso en el escalafón de su partido.
Al estar viciado el sistema en origen, los miembros de los partidos políticos, debilitados individualmente, por su permanente sumisión y falta de sentido crítico; mantendrán siempre una postura parcial, segregada e incoherente con el sentido común, lo cual les llevará a un sistema de depravación moral, que alimentará sus actitudes delictivas y de ocultamiento, ante la toma de responsabilidades y la afrenta de las injusticias que les sobrevendrán.
En dicho escenario, lo más escalofriante es cuando los partidos políticos mayoritarios deciden realizar un “pacto para la transparencia”, el cual nos llevará irremediablemente a la ocultación de todos los sistemas depravados de apropiación indebida de la Caja Única del Estado, de los impuestos que tan servilmente pagamos.
Para cerrar el círculo, el poder político ha politizado todos los órganos judiciales, los cuales aún cuando dan la apariencia pública de imparcialidad, ven obstaculizada su labor, ya que los dirigentes del poder judicial, para ocupar sus cargos, deben de responder obligatoriamente a algún tipo de asociacionismo con algún partido político. Se bloquea de forma sutil la imparcialidad de nuestro Estado de Justicia.
https://www.facebook.com/FundacionCronosVidaYCultura
Volver