Cuentos » Un pueblo con las voluntades compradas »
Autor: Raul Estañol Amiguet
La vida discurre apacible en la terraza del café La Cantera, Odette luce su salero, repleto de un peculiar humor suspicaz, herencia de su tierra natal, allí donde por la Revolución “de los barbudos”, se disfrazan las penas con una gran pantomima sobre el hambre. Los obesos bolivianos de la mesa a su derecha ríen sus gracias, mientras los viejos de la mesa de al lado miran con avidez y nostalgia, los destellos de su juventud.
Entre los coches estacionados, corretea el infame de Tomás, como comadreja escurridiza, hacia la mesa donde reposa taciturno el bueno de Martin y su amigo Oscar, similar a Martin en físico y rostro bondadoso, aunque más joven, más gordo, más alborotador, quien arremete con frecuencia, con su estrepitosa risa. Tomás, aposentado ya, no evita una leve mueca y con sonrisa socarrona aguarda el servicio de su consumición.
— Un gitano que se ha cargado a un chaval! Una disputa en la escalera de su edificio, en la Fonteta de San Luis, frente al Mercadona. — vocifera alegre Tomás, frotándose las manos, mientras Jose de la Cantera le sirve un chupito de wiski.
— Hombre...— Jose quedó estupefacto, como si una intuición le abrasase por dentro, mientras señala la mesa más alejada— tres gitanos estaban tomando copas esta mañana, el más alto contesto al móvil y de repente salieron corriendo.
El bueno de Martin, sentado en la silla metálica negra, en la entrada del bar comentó— esos son vecinos míos, el Toñote fue quien salió primero, los otros dos son sus primos.
— Joder! — Tomás sonreía, ante la emoción de la escena.
— Ahí donde lo ves, el amigo sabe de lo que habla— afirma Jose elevando las cejas y señalando con orgullo, al viejo de Martin.
— Esto terminará como la guerra del Guatao— comenta alegre Odette, recordando los dichos de su pueblo, mientras recoge las tazas y copichuelas de la mesa.
— Ja, ja, lo importante el hecho. Por qué?, bah no importa...— Martin tras pronunciar estas palabras cierra los ojos plácidamente.
— Bah... que no lo sabes? — repone, remarcando su verbo, nuestro tabernero con amplia sonrisa— el sentido y el sentir de las verdades no caben en nuestras mentes estrechas.
De sentido común es el saber que si profundizamos en el porqué de los hechos, caemos en el peligro de que afecte a nuestras sensibilidades, hiriendo nuestras convicciones. Así se entiende la importancia de nuestros peros... La realidad de que nuestros miedos nos someten... Aunque no aventuremos, ya que la historia continúa.
— Lo que vosotros, digáis— repone complacido Tomás— pero los periódicos de mañana dirán que en la Fonteta de San Luis, homicidio o asesinato, con una víctima JC, por un gitano asesino.
— Víctima??— repone aturdido Oscar, como si despertase de un sueño profundo— pero si el muerto era Javi el okupa. ¿Que dices? Ese se la buscaba, y la liaba parda. Ja, ja, ja, ja, ja— sorprendía una prolongada risa, tan carrasposa y sonora.
— Ostras si— comenta Martin, como recordando— el Javi llegó de la nada, creíamos que el piso era suyo, che, y era de Bankia. Ya ves, pinchó la luz de la escalera, y no veas...
Tomás les observa divertido, tras lo cual, responde con malicia— bueno, todos tienen derecho a vivir, válgame, los derechos van por delante.
Jose, otea el ambiente desde la entrada al bar, mientras se sube por arriba del ombligo la trabilla sin cinto, les dice— el problema del okupa no es meterse con Bankia, ellos nos roban de otra forma. La latina tiene dos o tres pisos en esa finca, ahí va el problema.
— Tu ves, al final la culpa de los bancos y de los empresarios que roban a trote y mote— Tomás pendenciero, muestra su repulsión a quienes más tienen— y mientras a nosotros nos explotan.
—Tu Tomás— responde Jose ofendido— cobras la pensión del “Tortet” por que tu burla tiene guasa y se la sacaste al gobierno, jeje, el gobierno ya nos la saca a nosotros de mil maneras. Pero quien se guasea de la gente, y juega con la vida de sus vecinos, suele salir quemado.
— Ah!, se siente..., yo a lo mío— contestó Tomás bromeando, mientras sorbe de su copa de casalla— aquí quien la hace la paga, ya lo dice el Martin, que el hecho es hecho.
Y de hechos fue el cuento, donde amigos y vecindario se pierden en sus pequeñas realidades, pujando por lo que les interesa, sobreviviendo allí donde la picaresca se imponga.