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 Autor: Raul Estañol Amiguet

La Era de las Aves Carroñeras. En un tiempo triste, débil, enfermo, afeminado, al robar se le llama emprendimiento.

 

 

Desperté en Barcelona a muy temprana hora, en una pequeña habitación oscura, escuchando el resoplar del viento que se calaba por la ranura de la ventana, enfriando mi refugio, y obligándome a mantenerme en cobijo, bajo las mantas. Tras un simple desayuno de café y croissant, observando los vaivenes del servicio de camareros, y de la agitada clientela, sobre el bufet de desayuno: te, café, bollería, jamón, queso, y demás; todo lo cual se servía sobre simples tablas de madera. Mi mente evadía todas estas visiones, transportándome a la meditación sobre que hacer con mi vida. Las sensaciones son contradictorias, cuando lo único que tienes presente es cambiar, permutar, o con más simpleza, ahorcar los hábitos. En Barcelona también tenía una sede de mi empresa, una pequeña oficina en la calle de Sants, donde trabajaban seis secretarias, las cuales dirigían las acciones de otros muchos operarios ofuscados, en pequeñas reparaciones de inmuebles, tanto en la ciudad condal, como en el Bajo Llobregat, en el Vallés Occidental y en el Vallés Oriental. El dilema presente, que iba a tratar los próximos días, era la venta de la empresa o el delegarla, delegar en mis más fieles trabajadores el fervor del azar o mantener perenne mis preocupaciones, en pos de la rentabilidad. Las empresas son creadas por el beneficio que puedan dar, aunque en realidad, con ellas, hipotecamos parte de nuestra vida, parte de nuestra alma, ya que en nuestras manos se encuentra el sustento de muchas familias, y la debilidad en la elección de emprendimiento, del ser humano, marca pocas aspiraciones divergentes. O nos esforzamos toda nuestra vida en la eficiencia de todos los resortes de la empresa, incluso los humanos; o sin eficiencia, lanzamos el propio negocio a la deriva, a una incierta ruina. Ello nunca ha sido un trauma insuperable para mí, ya que en mi más íntima creencia, siempre he considerado que el esfuerzo lo supera todo, la innovación lo mejora, y con una persistencia implacable, los frutos siempre fecundan. La tecnología de hoy en día, nos brinda posibilidades maravillosas, las cuales bien dirigidas, permiten crecer, prosperar y hacer eficiente todo empeño bien asumido. Aunque otro era mi próximo reto, muy opuesto al presente. Desde hace ya diez años, volví a retomar los estudios universitarios, compaginados con el trabajo, por el arrebato a las horas de dormir. Aunque esta vez los estudios eran en la rama de humanística, ya que necesitaba sanar mi ser de aquello que me acongojaba. En verdad, ¿nos es lícito buscar más?, ¿debemos conformarnos con el cimiento de las circunstancias?, ¿podemos decir no? Ello era mi tesis, mi argumentación, por extraño que parezca, pretendía desaparecer, esfumarme, aniquilarme, … ¿Cómo? Pues si, viajando, cooperando, ayudando, dándome para ser.

 

Tres años atrás, realicé un viaje con mi amigo José, y mi dulce Selene, unas vacaciones por India y sus lugares más recónditos, donde descubrí la belleza no en lo propio de los folletos turísticos, más bien en sus cercanías. En Agra, se nos presentó solemne, fastuoso, el Taj Mahal, del cual rememoraré en mi más íntimo ser, las orillas del río Yamuna, que lo circundan, y los niños semidesnudos que jugueteaban tomando el baño. Recorrimos con rickshaw y motocarros, las laberínticas e innumerables callejuelas y mezquitas de Nueva Deli, quedando impresionado con los coloridos y vistosos trajes, con los pies desnudos y sucios, de quienes se acercaban, con fe, a sus manantiales a bañarse. Subimos la fortificación de Jaipur en elefante, aunque lo que nunca olvidaré, son sus bulliciosas tiendas de ropa y alfombras, a pie de calle y sus activos mercaderes. Nos desplazamos hacia el sur, en los antiguos ferrocarriles de la Indian Railways, conviviendo con las humildes personas, con las cuales compartíamos la comida de nuestras mochilas. Ya en la región de Anantapur, nos entrevistamos con un viejo y sabio asceta español, que decidió aposentar su vida en tan lejanas tierras, permitiéndome hablar, desahogar mis penas comprimidas, escuchando mis lamentaciones, mis intenciones, mis aspiraciones, todo lo que sentía mi corazón, y tras un silencio solemne me dijo__mucho dices y piensas…, eres un como un poeta loco…__. Posiblemente, pero… grité y sigo gritando, con palabras mudas: ¿no tenemos toda la humanidad el derecho de soñar?, y vivirlo…

 

Tras salir del hotel, decidí pasear en dirección a mi oficina, ya que estaba próxima. Las palabras del sabio español, siempre que eran recordadas, me bombardeaban la mente, reflexionándolas pormenorizadamente, sumiéndome en una penumbra, en un humo gris y denso que inundaba todo mi estado emocional, hasta el extremo físico de leves temblores de manos y sudor seca en la frente. Mi decisión de transformarme de larva en crisálida había sufrido un duro revés, ya que temía saber cual sería el monstruo que saldría de dicha metamorfosis.

 

Tras bordear la Estación de Sants, llegué a la Plaza de Sants, donde giré a la derecha, incorporándome a la calle Sants, donde el número de patio doscientos cuarenta y cinco, marcaría mi destino. Al entrar en las oficinas, en la planta baja, se formó un poco de alboroto, debido al desconocimiento, por parte de las administrativas, de mi sorpresiva visita. Las instalaciones eran amplias, con una recepción, con dos mesas y al fondo un gran espacio donde se encontraba el departamento de asistencia, el cual se conformaba de seis mesas, con sus respectivos ordenadores. Entre las dos salas, se encontraba el despacho de dirección, con grandes cristaleras que comunicaban con las dos salas, aunque con la discreción de cortinas correderas, las cuales permitían la visión de lo que interesase en cada momento. Este despacho de dirección, solía estar ocupado por Shaila, quien ejercía a la vez labores ejecutivas y de administración. Shaila era una joven muchacha, de una delgadez extrema, morena y de rasgos indios, herencia de su país natal, Nepal. Al entrar en dicho despacho fui recibido, como siempre, con una leve sonrisa y la exquisita educación que otras civilizaciones, como la nepalí, pueden ofrecernos, gracias a su amplio bagaje cultural. Tras los pertinentes saludos, decidí que se incorporase a la reunión Maria Elena, la responsable de la cuenta empresarial de mi mejor cliente. Maria Elena era una mujer de más de cuarenta años, morena y de rostro gracioso y redondo, una simpática latinoamericana nacida en El Salvador.

 

Para mejor entendimiento, aclararé que los clientes de mis empresas eran entidades aseguradoras, entidades bancarias y distintos tipos de profesionales, con carteras de clientes diversas. Nuestro cometido era el trabajar para los clientes de dichos intermediarios, prestándoles directamente los servicios, pero con un sistema de confidencialidad de datos riguroso, como mayor garantía de compromiso con nuestros verdaderos clientes. El logro mayor en el funcionamiento de mi empresa era el brindar servicios de reparación de calidad, en el mínimo tiempo posible.

 

__Bueno, señoras…__siempre comenzaba mis reuniones con la tranquilidad de quien parece que no sepa como continuar la conversación, para atender cualquier resquemor o problema surgido en mi ausencia por vuestras miradas, entiendo que todo marcha fenomenal.

 

__Si__Maria Elena se adelantó a matizar__como ya sabes por los informes mensuales, estamos incrementando la facturación bastante.

 

__No todo es facturar__repuse con acritud, mientras abría una carpeta verde, repleta de hojas__he traído confeccionados unos documentos sobre los márgenes brutos de producción, y los datos relativos a gestión de cobro, para que revisemos los manuales de procedimientos, tanto de control de costes, como de tratamiento al cobro, ya que existen pequeños fallos.

 

__Hombre…__repentinamente objetó Shaila__los manuales son correctos, tu lo sabes con seguridad…

 

__No me preocupan los manuales__volví a objetar, cansado de apreciar que no se me entendía, aunque en realidad, con una efímera intuición de que el problema era que realmente no se me legitimaba en mi posición de dirección__me preocupa su cumplimiento por parte de todos. ¡Entended que delegar funciones, requiere no solo de formar, sino más bien, de exigir responsabilidades!

 

__Por supuesto, pero entiende que no podemos presionar tanto. Recuerda lo sucedido con Eugenia, María y Raquel__espetó Maria Elena, con ceño fruncido y con su acostumbrada postura de queja legitimadora.

 

Las palabras de Maria Elena me abrieron una brecha profunda, un insondable sentimiento de desesperación, el cual tuve que enmascarar con una marcada sonrisa y gesto de familiaridad__No todo es tan simple, en aquello hubo maldad… Recordadlo correctamente…

 

__Es que me hierve la sangre, Juan, todo lo que pasó…__me contestó con sincero resquemor.

 

Mientras tanto Sheila, más discreta y requemada, se había levantado, cogiendo varios papeles de la carpeta, y meditando sobre su contenido, tras lo cual dijo__Haremos todo lo que humanamente podamos al respecto, como siempre, y eso tú lo sabes. En cuanto a Eugenia, se podría haber evitado…

 

__¿evitado?__más que una pregunta, era una protesta que formulaba con elevada voz__No! Y no! Cuanto tiempo perdido en conferencias telefónicas, para que aprendiese a trabajar…

 

__Ya, ya,…__bromeó Maria Elena__si era tu favorita…

 

__Favorita de que…__repuse indignado__cuando hablo mucho con alguien, nunca es por gusto, más bien algo falla. Por no ofender simplemente dialogo, no os dais cuenta de ello. Sin embargo, al final se me culpa de acabar ofendiendo. Dios recordad al Jordi…

 

__Nunca me fie de él estas palabras le surgieron a Shaila como un estruendo__siempre fisgoneando y con preguntas comprometedoras.

 

__Con respecto a María y Raquel, el que marchasen fue lo lógico. __ explique con vehemencia__Yo siempre os he permitido cuantas cosas fuesen posibles: os montáis las vacaciones a vuestro gusto, cogéis días libres, simplemente comunicándomelo, cobráis incentivos,… Si alguien te roba, como lo hizo Eugenia, es normal que sus amigos, que entraron a trabajar por confianza; también marchen cuando dicha confianza muera. El complot entre Eugenia y Jordi, fue una conjura estudiada con mucha antelación. Ah!, y recordad mi posición firme con los trabajadores, el control ante el disparate del hurto, las incesantes reuniones descubriendo como personal asalariado trabajaba a espaldas nuestras, en provecho de los usurpadores… Si no hubiésemos sido firmes, esto hubiese ido al traste.

 

Al rigor de mis palabras le sobrevino un profundo silencio. Recuperando la tranquilidad y la certeza del buen porvenir de la empresa, revisamos todos los papeles, con la esperanza de olvidar tan desagradable pasaje, aunque ya no pude apartar de mi mente, y de la grave acidez de estomago que me surgió, no tanto el incidente, sino más bien el recuerdo del ultraje de esas personas, quienes junto a mi antiguo informático de confianza, se habían congratulado, para apropiarse de lo ajeno, para, por el ánimo del lucro inmoral, intentar hundir mi empresa en la miseria, en su propio provecho. Todo ello con la complicidad de un marco laboral que se lo permitía. Por ello, tuve que echarles a patadas, sí, por supuesto que lo hice, patadas e insultos a doquier.

 

__Bueno Juan__matizó Shaila, con una leve y fraterna sonrisa__antes de finalizar, cuéntanos el misterioso viaje que vas a realizar. Dinos que ocurre…

 

__No se…__suspiré elevando la mirada hacia el techo del despacho__ bueno en verdad si sé. ¿entendéis el porque de tanta lucha?, ¿es por ganar dinero?, ¿creéis que es así? Mi padre era pastelero, sí, un honesto pastelero que se desvivió por dar estudios a sus hijos. ¿Qué he hecho yo de provecho?

 

__Muchas cosas__repuso con contundencia María Helena__¿sabes cuantas familias te pueden agradecer tus esfuerzos?

 

__Ya… pero en verdad me lo agradecen, o creen que me hago rico con su trabajo, recuerda la inspectora laboral como me maltrató, hace unos meses. Aunque no es solo por eso. Sabéis…, vivimos en un mundo irreal. Mi padre hacía pasteles dulces, eso era real, nosotros necesitamos más y más.

 

__Son nuestros clientes los que nos lo demandan__se interpuso Shaila.

 

__Sí, pero obedientes les damos acceso al sistema

las observé, y ante su mirada perpleja actué como siempre, con una salida novedosa y divertida__Atended, os voy a contar un chiste: “un alemán entra en un hotel, pide una habitación al recepcionista, el cual le cobra 50 euros; con los 50 euros el recepcionista paga la factura del electricista, de una reparación de la semana anterior; el electricista suspira, ya que con esos 50 euros paga la mensualidad de compra de pan al panadero que trabaja en la misma calle donde se sitúa el hotel; el panadero recibe el dinero, aliviado se alegra, y va directamente a la esquina a pagarle los servicios de una prostituta: la Conchi; la cual sonríe y tras un coqueto guiño marcha al hotel a pagarle la semana de habitaciones consumidas para sus servicios al recepcionista. A los cinco minutos baja disgustado el señor alemán, no le gusta nada la habitación y decide marchar; el recepcionista le devuelve los 50 euros, y  fin”.

 

__¡Que fuerte!__Maria Elena no da crédito a lo que acaba de escuchar__entonces, ¿todos cobran?

 

__Por supuesto__aduje con una marcada sonrisa__La moraleja es clara ya que para el consumismo que vivimos hoy en día no importa el dinero en sí, lo únicamente  importante es su circulación. Aquí se encuentra el sentido real del consumismo, considerar el dinero más como una energía que como un medio. La energía se transforma, pero ni se crea ni desaparece, y la velocidad que se le imprima, la potencia que alcance, hará desarrollar aceleradamente al capitalismo. Y eso es lo que buscan nuestros clientes.

 

__Entonces…__la mirada de Maria Elena, con el entrecejo fruncido, reflejaba la curiosidad de quien no llega a descubrir__eso es bueno, ¿no?

 

__Esa duda me ha llevado a crear lo que creé__aseveré__aunque ¿Qué nos mueve a ello?, ¿el lograr algo bueno?, ¿el crear y desarrollar?, o la inercia de nuestros actos, y de nuestros intentos de subsistir. ¿No es posible otra forma de vivir?, ¿otra forma de ayudar?, la cual no nos culpabilice de intereses creados, de el aprovecharse de los demás. La verdad…, busco algo mejor que ser un burgués, en un mundo donde se nos señala. En mi más íntima intuición deseo encontrar la felicidad que me permita encontrarme, a mi yo real, y no a esas fantasías ajenas que nos encasillan en egos tan dispares.

 

        La reunión tocaba a su fin, tras largos debates y discusiones leves se volvía a la comprensión de los verdaderos conflictos a resolver, la gestión diaria de una pequeña empresa que lucha por garantizar un salario digno, junto a un incentivo justo, para todos nosotros. En tanto que se barajaba la posibilidad de vender la empresa a una corporación transnacional, domiciliada en Madrid, lo cual molestaba sobremanera a mis empleadas de confianza. En lo más íntimo de mi ser, me encontraba orgulloso de muchos de mis administrativos, estas dos muchachas que se esforzaban al máximo, Lucía y Laura en Castellón, incluso de las tres empleadas: María, Sofía y Carla, de Valencia, las cuales mantenían firme su entereza y dignidad, ante las pérdidas que año tras año perpetrábamos en dicha sede. Nunca he sido una persona desagradecida, aunque la sobriedad, e incluso dureza, de mi carácter no reflejase nunca ni un ápice de sensibilidad. La dificultad de la dirección de una empresa tan compleja me conducía inexpugnablemente a una firmeza, muchas veces mal entendida.

 

        Llegué al hotel ya de noche, cansado, absolutamente abatido, tras dos reuniones vespertinas, con ejecutivos de empresas con los cuales debía de intercambiar impresiones sobre los ratios de calidad y costes del primer trimestre del año. Con el tiempo y la experiencia he llegado al convencimiento que una virtud necesaria es no reflexionar rápidamente el resultado de las gestiones realizadas, ni el de las tablas numéricas de los informes que leas precipitadamente. Más bien ignorarlas, desecharlas en lo más profundo del inconsciente, para que en el transcurso del breve tiempo, relajando cuerpo y mente,  me surjan intuiciones para entrever el mejor resultado. Ello me llevó a una ducha caliente, luego a cenar un buen “trinxat a la Cerdanyola”, aderezado con un buen vino Ribera del Duero, tras lo cual marché precipitadamente a mi resguardo, a la recatada habitación, a fumarme un buen cigarro dominicano, de nombre Placeres, de color más oscuro, casi negro, de hoja de tabaco, de tripa larga, un puro más ancho que los robustos, casi igual de largo que los lanceros, el cual confería un sabor peculiar y muy potente. El día había sido laborioso e interesante, chamaba, aliviado por el momento, el enorme cigarro, mis preocupaciones se encontraban cerca, conscientes, aunque mi dictamen viajaba incesantemente por otros derroteros, distintos a los de la propia supervivencia material.

 

Tras un sueño desolador, ya de madrugada, desperté empapado de sudor, con la respiración entrecortada, desesperado, con los ojos perplejos, la mirada fija, observando rígidamente la nada. El sueño, la realidad, el mundo siniestro por el que pululamos, todo se estremecía en mi alma. Experiencias, dolor, la miseria de nuestro entorno, todo confluía en mi pesar. Sentía un robo, un ultraje a mi existencia. Mientras sentía el sonreír de aquellos que se creían vencedores en un mundo donde el que más tiene, más vale. Donde el que carece, ambiciona. Donde lo importante es poseer, olvidando la esencia del ser. El Ser es la meta olvidada, bajo la magnificencia del parecer. Hoy ya no importa nuestro Ser, más bien importa lo que conseguimos, nuestros éxitos y el alcance de nuestras ambiciones. En la civilización del materialismo y de la desidia, se legitima el realizar las acciones más viles, más miserables y degradantes que podamos prever. Recuerdo que para sobrevivir en un mundo de logros, creé una Idea, una empresa de servicios, donde la calidad y la utilidad recibida por los ciudadanos, primase ante las necesidades de beneficio de las sociedades capitalistas. Una forma de subsistir en un mundo decadente, en un mundo con una profunda crisis de valores. Y sin aviso ninguno, un complot se fraguó en contra mía. Un complot se fraguó para perjudicar a las familias que se alimentaban de mi Idea, de mi empresa. Lo lamentable en ellos es quienes forjaron la conspiración, ya que no fueron personas ajenas. Personas cercanas, que enseñé, formé, delegué y legitimé en sus tareas. Personas cercanas que en lo más profundo de su ignorancia, pretendieron ambicionar aquello que no era suyo, aunque aquello que si codiciaban. Pertenezco a la clase media, al seno del pueblo, y soy plenamente feliz por ello. Feliz por convicción, feliz por no desear concupiscencia, ni en riquezas, ni en fama. Feliz por desear tan solo un crecimiento individual, que mantenga mi mente en calma. Tal vez por ello viva estos desengaños, aunque ello no me desespera, ya que continuaré cercano a mis allegados, en un estado contemplativo que me permita la búsqueda de mi esencia. Vivimos en una era de aves carroñeras, donde el materialismo induce a pensar que el fin de los logros humanos es la consecución de dinero y poder. Confundiendo los medios en fines, el alimento en basura. La razón humana, el logro de nuestro discernimiento, se emplea para este empeño, mediante la lujuria, la gula, la avaricia, la pereza, la ira, la envidia y la soberbia. La justicia, el bien, la moral, la verdad, la rectitud, han perdido sus significados, ya que lo posible es lo legal, por enmarañadas intenciones que lo susciten. Nuestra civilización ha dado pie a la transformación del ser humano en bestias, en aves carroñeras cuya razón es empleada únicamente en la satisfacción de nuestros deseos más bajos, perversos y placenteros. La virtud está muriendo, nuestra alma cegada, nuestra razón pervertida y nuestros sentidos confundidos. Me propongo describir los vuelos de tres aves carroñeras, que han intentado alimentarse de mi espíritu, tal cual inmundas sanguijuelas. Las cuales no merecen ser nombradas, ni identificadas, ya que en la vanidad de sus anhelos, solo alcanzarán la perturbación de su locura, la desesperación de su demencia. El despropósito de apropiarse de lo no propio. La primera de las aves carroñeras puede ser reconocida por su vuelo a corta altura, por su dependencia del fácil alimento, por su cercanía a aquellos que al ayudarle pueden firmar su sentencia. Su disfraz engaña, ya que aparenta fidelidad a su trabajo, a sus compañeros y a su entorno. Aunque se puede llegar a intuir fugazmente su peligro, en sus cambios de conducta, de itinerario de vuelo, ante los transcurso de los avatares. Así y todo, al volar a corta altura, nunca se puede anticipar la frivolidad de sus intenciones. Solo aquellos a quienes, por la sabiduría del tiempo, va dejando atrás, pueden reconocer la avidez de su voraz apetito, la crueldad de su tragonería. La característica principal de este ser inmundo es la ambición y la envidia. Construyen un pensamiento tan egocéntrico que confunden la luz por oscuridad, recreando en sus mentes una legitimidad que les ciega en sus maquiavélicas acciones. Navegan en la ignorancia del egoísmo, llegando a creerse el conocedor y hacedor de todo. Su falsa humildad y la afabilidad de su carácter confundirán siempre. Aunque sus actos terminarán demostrando su carácter superficial y malintencionado. La segunda ave carroñera, en realidad no es solamente carroñera, ni tan siquiera es propiamente un ave, aunque concilia fácilmente con ellos. Es omnívoro y se desenvuelve cómodamente por todos los medios. En realidad es como el ángel caído, como aquel que teniendo la recta conciencia a su alcance, se confunde y equivoca por la incompetencia de sus decisiones. Suele dedicarse a actividades profesionales, asesorando a los que en la tristeza de su soledad, realmente repudia, y considera seres inferiores. Nunca se encuentra complaciente con lo que ostenta, ya que entiende merecer más. Cubre la desesperación de sus ansias de poder, mediante una verborrea incoherente, sobre sus habilidades y potencialidades, que le permiten subsistir en una posición inferior a la que creen que debieran tener. Como ya dije, habitan en todos los medios, aunque se sienten mejor en su natural hábitat, el fango. Su principal característica es que se venden al mejor postor, olvidando la fidelidad y confianza que tantas veces preconizaron. Judas, el delator de Jesús fue uno de ellos. Debo de apostillar que en el mundo actual, con la merma total de principios, nos encontramos plagados de estos seres repugnantes. La tercera ave carroñera vuela por los cielos, planeando de forma majestuosa, con sus miras en las riquezas, con el objetivo de alcanzar una vida cómoda, apropiándose por derecho de observador, de forma ilícita, de los bienes de terceros. Su diferencia frente al águila imperial es que no caza, no lucha, más bien se aprovecha de los demás y de las partidas ajenas. Su característica principal es su agradable proceder, que deslumbra, confundiendo, tanto a sus cómplices, como a sus presas. Es el ideólogo de los agravios. Aunque también se caracteriza por su vagancia y pocas ganas de trabajar, desarrollada posiblemente por su vuelo de planeo, por la posibilidad de desenvolverse con agradables palabras, y por su falsa apatía hacia todo lo que le envuelve. Suele provenir de las relaciones comerciales, donde la fachada y la apariencia se suelen imponer al mundo de las esencias.

 

Otros seres repugnantes transitan por nuestras vidas, frente a pocos seres luminosos. Esos pocos deben de esconder sus ideales tras la discreción de su humildad. Aunque si alguna obligación tienen esos pocos, es la de denunciar las malas artes de quienes, con el amparo de la desidiosa “Era del Progreso” en la que vivimos, siguen buscando acumulación de riquezas, de dinero y de poder, que les permita regocijarse en el lodo, sin entender como equivocaron su errático sendero, como vendieron su pobre alma.



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