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Historias de Juan Nadie » Capítulo onceavo.La realidad africana es compleja, como un tapiz multicolor »


 

 

Autor: Raul Estañol

 

Viernes, 30 de marzo de 2012

 

 

Son las siete de la madrugada, cuando recibo un leve golpe de Luis__ tío Juan, levanta pronto, que ya están desayunando.__ Mi despertador había enmudecido, mientras mi dolor de cabeza no me cedía pausa alguna. Probablemente la jaqueca era un simple indicador de otros males que acaecían. Abrí levemente los ojos, observando el barullo de los alrededores, entendí rápidamente que algo nefasto había sucedido. Sentí que mi amigo Víctor me evitaba, mientras todos susurraban en voz baja. Por fin, la inocente, aunque poderosa voz de Maria Vicenta, desveló el misterio:

 

__¡que fuerte, chicos! Alguien ha vomitado en el retrete, atascándolo de unas inmundicias negras y viscosas. Paul lleva desde las 5 de la madrugada limpiándolo todo.

 

Me senté en una silla, apoyando mi cabeza sobre mis manos impías. No podía salir de mi asombro, dentro de mi cabeza miles de martillazos me acribillaban sin pausa alguna, en esos momentos en verdad no recordaba nada, manteniendo la mente aturdida. Eso sí, nuestros gritos en la noche pasada, a la entrada en la casa, increpando a los elementos, como locos idealistas embriagados de vida, se vieron superados por un hecho más deplorable e infame, las excreciones y vómitos de un desesperado. Todo ello acontecido en el interior del único servicio a disposición del grupo, cruda realidad refrendada si cabe más, al tocar dolorosamente mi estómago inflamado.

 

Si algo he aprendido a superar en la vida, es a no preocuparme por lo que no tiene ya solución, la visión de Paul sacando inmundicias del pequeño retrete dejó de turbarme. Esta postura pragmática y cierta me permitió reponerme, comenzando el día con una forzada sonrisa que, poco a poco, como muy bien dicen los nativos en suahili, pole pole, me fue encauzando hacia la verdadera expresión del rostro que se acerca a la plena felicidad, gracias al acierto del camino emprendido, aunque también es verdad, con la pena de lo incierto de su devenir.

 

Ya en el campamento médico surge el primer problema. Me encuentro encargado de los números para el triaje de enfermos para los médicos, y detecto que Otieno y Moises, dos jóvenes traductores de la organización, intentan colar interesadamente a ciertas personas. Ante tan desagradable circunstancia, los miro con crudeza y firmeza, para que depongan su actitud, aunque su reacción fue muy distinta ya que disimularon no enterarse sobre mis intenciones de denuncia, compartiendo sonrisas cómplices y danzando entre las filas de los pacientes. Harto de la situación, llamé a Paul, quien atiende cordialmente mis quejas. Creyéndome escuchado, tomo otros menesteres en las colas, dirigiéndome hacia las hileras de triaje cerca de las mesas, donde Toni con su especial sonrisa y sus cómicas frases cortas en el más selecto inglés crean una curiosa expectación entre los doloridos pacientes. Jessica, con la delicadeza habitual, tras hablar con Paul, viene a indicarme que debería de organizar los números, debido al gran número de personas, que al reclamo de sanidad gratuita, acuden desesperados con sus múltiples dolencias. Con mi entereza habitual, imprimo velocidad a dicha distribución, aunque sigo observando a los dos traductores que intentan seguir con sus interesadas artimañas, en realidad son humildes chicos que tienen atribuida una pequeña función e intentan destacar entre sus comunes. Con los años he descubierto que la ley de la sociedad se rige en dicho modo, independientemente del país que visitemos, del Norte o del Sur, donde quienes más mandan velan por una apariencia de honestidad, sobresaliendo con la legitimidad del liderazgo en las instituciones establecidas, ya que el poder ya es suyo; mientras los que ambicionan en el control de las relaciones sociales que todavía no lideran, son más atrevidos, más descarados en lograr dicho poder, no dudando en utilizar la artimaña más novedosa, que más originalidad les dote para manipular complacientemente al humilde pueblo, y de este modo, sacar el rédito deseado.

 

Al final de la jornada, Paul, el genial improvisador en la ayuda humanitaria, mediante una aparición inesperada, sin consultar con nadie, reparte los números entre la fila de aquellos pacientes a los cuales no daba tiempo para atender, o sea, en teoría números para el día siguiente. El error llevó al absurdo, ya que sin previsión ninguna dejó sin número a los que iban a ser atendidos, produciéndose los lógicos engaños, del gentío que no estaba dispuesto a esperarse un día para ser atendidos. Ni los médicos, ni los enfermeros de triaje fueron informados de esta rápida maniobra, y quedaron desconcertados ya que no sabían a quien atender primero. Me conmovió el ver como en la fila de los que debían de ser atendidos a última hora, en la fila de los que Paul había quitado los números, se encontraban muchos ancianos, los cuales aguardaban pacientemente desde la mañana, al amparo del Sol sofocante, donde se iba a producir un lamentable error. Tras la confusión, los pacientes con los nuevos números para el día siguiente se aprovecharon de la situación colándose en demasía, exigiendo ser atendidos con prioridad, ante lo cual ningún facultativo entendió el resistirse, produciéndose un desconcierto generalizado, lo cual propició que la última fila de espera se mantuviese inmóvil y sin posibilidades de ser atendidos, con las consecuentes quejas, gritos y empujones de unos, y más lastimoso todavía, con la perdida mirada de aquellos ancianos convencidos de la desazón que les es propia al acontecer de sus vidas.  

 

La jornada tocaba a su fin, en silencio tras el altercado que sobrevino a la gran confusión, comenzamos a recoger las camillas y a guardar los medicamentos. En el fondo del patio exterior quedaba una vieja con pelo blanco, frente arrugada, y un gran pañuelo color lila rodeándole el cuerpo. La señora esperaba paciente su turno desde la mañana, ya a primera hora de la tarde se sentó en el suelo polvoriento, haciéndosele extremadamente incómodo el banco de espera. Cuando estábamos recogiendo los bancos, la anciana se quedó sola, esperando su turno, su número desaparecido, murmurando una inapreciable canción, mientras se balanceaba hacia adelante golpeando con la palma de sus manos el suelo polvoriento, con los ojos totalmente abiertos, totalmente velados. Nadie la veía, nadie la sentía, a nadie le importaba.

 

Esta noche, tras el delicado desbarajuste vivido, no se realizaría la famosa reunión de voluntarios, el deseado meeting en el cual se mezclaba el apasionado y mesiánico discurso de Paul, con las sensibleras reflexiones de todos los presentes. Paul funciona con un estímulo de buena voluntad y de querer hacer en positivo por la humanidad, lo cual le honra y dignifica en su labor. Aunque en la modestia se suele encontrar lo más preciado, y eso era constatable con varias personas del grupo, ya que a modo de ejemplo, más admirable me parecía la humilde labor que realiza Jesica, su compañera, la cual ante la mayoría española en la expedición médica demuestra ser quien mejor organiza, quien realiza un trato más agradable y quien más se preocupa del buen desarrollo de la expedición.

 

Tras el fin de la jornada de cooperación médica Anders me hizo llamar, ya que estaba esperándome en su casa Elisha Gor, un ingeniero químico y de biotecnología keniata, formado en Suecia, donde residió 20 años. Al enterarse de mi nueva entrevista, me pidieron permiso los dos odontólogos, Javier y Nacho, para acompañarme. De este modo, comenzaron a convertirse en mis dos inseparables compañeros de viaje, los cuales se distraían con mi peculiar curiosidad. Nacho era un personaje muy divertido, extrovertido en demasía, un madrileño con muchas ganas de vivir aventuras nuevas; mientras que Javier, era extremeño, mucho más alto y de gran porte, aunque también más apocado. La sensibilidad mostrada por Javier hacia los más necesitados era más evidente, habiendo colaborado varios años en distintas organizaciones sin ánimo de lucro en el extranjero, entre las cuales rememoraba con mucho más cariño la de Vicente Ferrer, la cual yo también tuve el gusto de visitar personalmente, profundizando en su labor de apoyo a las familias de la comunidad. Dicha fundación se llamaba realmente RDT, y se encontraba situada en Anantapur, una región al sur de la India, donde Javier recordaba lo grato de la estancia, la facilidad de acceso a los traductores indígenas, y a todo tipo de servicios que hacían más confortable su estancia, así como la perennidad de los trabajos que allí se realizaban, los cuales revertían directamente en las familias humildes de la comunidad; y la enorme infraestructura existente, con decenas de vehículos cuatro por cuatro, un autobús, varios tractores y demás…; en contraposición con la infraestructura de ésta organización, la cual según él era muy reducida.

 

Elisha Gor era un joven negro, de aspecto muy saludable, aunque de una timidez que delataba a simple vista su carácter introvertido, su edad rondaría los 30 años. Optamos por que la entrevista, de carácter informal, se realizase en el Tasker Bar, chabola metálica que ya se había dado a conocer a nuestros amigos españoles, quienes fueron llegando de forma diseminada y en pequeños grupos, lo cual no impidió el que compartiéramos unos entrañables vítores al rumor de los tragos de cervezas tan sabrosas como la tusker malte y la cerveza negra guiness, con su peculiar aroma, el cual en estas tierras, supongo que por el agua, es mucho más sugestivo.

 

Unnur, seguido de Anders se dirigieron raudamente hacia una mesa donde se encontraban conversando una pareja de occidentales. En seguida procedieron a entrañables saludos, provocándome la curiosidad del foráneo. Al darse cuenta de mi llegada Anders no dudó en presentármelos__amigo Raúl, estos dos compatriotas míos, son en parte también tuyos. Te presento a Johan y a su esposa Vicenta. Vicenta es nieta de españoles.

 

__Es un placer!!__la cordialidad de la pareja levantó mi ánimo, debido a la animosidad con la cual me recibieron.

 

__El placer es nuestro__respondió Vicenta, una joven y delgada mujer, la cual se dirigía a mí, en perfecto español__ ¿sois los voluntarios que os alojáis en casa de nuestro amigo Anders?

 

__Si, los profanadores de su dulce morada__repuse amistosamente__, y vosotros ¿vivís también en Kibera?

 

__Nos hospedamos temporalmente en una casa próxima a la vuestra__me contestó Vicenta, ante la atenta y curiosa mirada de Johan, el cual simplemente sonreía asintiendo todo lo que comentábamos__estamos ya dos meses en un proyecto de un hospital médico en Kibera, como voluntarios, al igual que vosotros.

 

Tras esta breve conversación, continuaron los comentarios sobre las anécdotas del viaje, por mi parte me intrigaba el conocer un hospital entre las cabañas recauchutadas de tan dilatada extensión de podredumbre, aunque detecté que no quisieron especificar más sobre el proyecto en el cual trabajaban, lo cual simplemente atribuí a que estas eran más horas de relajarse y de una amena conversación. Respetando la intimidad de la pareja opté por despedirme y sentarme en la mesa de mis amigos, a la cual se acercaron en breve Anders y Unnur.

 

Elisha Gor tenía un marcado interés por presentarme un proyecto muy ambicioso de implantación de una mayor capacidad energética en Kenia, mediante un proyecto biotecnológico, para lo cual empezó a mostrarnos planos que sacó discretamente de un portafolios de piel negro, con una apertura metálica dorada. Era un hecho paradójico al que presté especial atención en todos mis periplos vividos en África, el como se deseaba desarrollar generación de energía, aprovechando los ricos recursos naturales en África, pero en medio de la miseria existente, sin los elevados recursos que se necesitan para la investigación y el desarrollo de la ciencia. Una original propuesta en el lago de Naivasha, donde para combatir la sobreexplotación laboral en la producción de flores, Elisha argumenta el aprovechar las algas para generar energía, y de este modo crear fuentes de riqueza alternativa a la producción de flores, y a la rápida erosión del ecosistema del lago. Una honesta propuesta, la cual perdió súbitamente mi interés, tras averiguar que era promovida intelectualmente por europeos, más diría, por amantes del populismo, aquellos irresponsables políticos que con palabras adornadas con guirnaldas de flores, lograban que la ignorante masa de gentes, muchos de ellos esclavizados por sus sufridas circunstancias de existencia, creyesen en unos derechos legítimos que les permitiesen alcanzar cotas imposibles. Todo ello engendrado en el ideario comunista de los países nórdicos y ricos europeos, me parecía del todo una propuesta romántica y ridícula, una oscura trampa que solo puede desembocar, tras el bello señuelo, en el fatídico abismo.

 

__Difíciles proyectos__ repuse seriamente, sin interponer ningún tapujo__, para un país que clama imperiosamente las infraestructuras más elementales.

 

__Kenia es uno de los cuatro países más importantes de África.__repuso seriamente Anders, tomándose una pausa, en cuyo transcurso se saco una bolsita, de la cual mascó con avidez un tabaco oscuro que contenía, tras lo cual comenzó su habitual bombardeo de ideas__.Todos los otros países fuertes tienen recursos naturales; Kenia no. Lo que tienen los keniatas es el gran deseo de llevar a sus hijos al colegio. Si, indiscutiblemente tienen grandes recursos humanos. En Kenia falta energía, electricidad, tecnología. El pasado julio se produjeron trescientas revueltas de estudiantes que quemaron escuelas, por el sistema educativo precario. Kenia está basada en agricultura y turismo, entran muchas divisas por el comercio del azúcar, del té, del café. Y sí que es verdad, que se encuentra falto de infraestructura ferroviaria, carreteras y demás. Faltan líderes políticos que piensen por el pueblo, faltan también sindicatos y libertad sindical.

 

__Coincidimos…__contesté afirmativamente, tras lo cual expresé una mueca escéptica__ ¿entonces?

 

__ Muchos “entonces” encuentro en estas tierras__ adujo Anders con cierta dignidad y aura de misterio, que asombraba por la pétrea tez de su rostro inclinada hacia arriba__ Primero, Nairobi es la Génova de África. Segundo, en Kenia hay recursos humanos. Tercero, a nivel gubernativo Kenia tiene muy desarrollado su proyecto de los Goles del Milenio de las Naciones Unidas, teniendo aprobado el programa hasta el 2030. Cuarto, Kenia es la fuerza conductora de la unión de África del Este, con libre comercio. Quinto, Kenia es el centro de negocios de África del Este.  Kenia es el centro de todas las organizaciones internacionales. Por todo ello me decanto por Kenia, sí por este hermoso país, por sus humildes gentes, por el medio rural pendiente de desarrollar hacia todas sus coordenadas posibles__tras lo dicho, soltó un leve suspiro que nos mantuvo más pendientes  aún de su alegato final__más concretamente necesitan una ayuda decisiva dos distritos posibles, el distrito de Lamu, con sus manglares, sus bellos puertos pesqueros, sus fortalezas coloniales portuguesas, con la inspiración paradisíaca de sus aguas; y el distrito de Turkana, con la aridez de sus lejanas tierras, sus interminables desiertos, con el esplendor de su lago, el vergel de sus cercanías, origen de todos nuestros tiempos.

 

Las últimas palabras de mi amigo me conmovieron, creía haber llegado a una tierra ecuatorial, donde todas las largas distancias se asimilaban en la frescura selvática, sin embargo comenzaba a intuir que la riqueza de sus tierras era inconmensurable, y que el viaje emprendido iba a desvelarme sorpresas mayores de las inicialmente esperadas. El cansancio de la pasada noche hacía mella en mí, las cervezas me hacían agrio el estómago y deseaba tomar la pequeñita porción de litera medio acolchada, la cual junto a la tétrica mosquitera resquebrajada me parecían gloria en esos momentos. Observé al alrededor, los voluntarios se iban marchando paulatinamente, en pequeños grupos. La noche había caído velozmente tras la huída del Sol. Por mi parte hice evidentes gestos de cansancio, los cuales fueron correspondidos por mis amigos los dentistas. Nos levantamos despidiendo cortésmente a Elisha Gor, a quien el taxista esperaba pacientemente. El taxi, aparcado con las ruedas hundidas en la cuneta, derrapaba al salir por las calles que penetraban en las entrañas Kibera, donde el lodo se deslizaba pausadamente.

 

Animados por el frescor de la noche, acariciando mi barbilla rasposa, me quedé pensativo observando como se alejaba nuestro nuevo amigo africano, con el destartalado vehículo que fue a recogerlo, tras lo cual no dudé en señalar__Que curioso, el país se encuentra lleno de turismos Toyota, es como si el mercado africano lo hubiesen copado los asiáticos.

 

__Así es__ repuso Anders__ los toyotas son coches muy baratos, sin muchos componentes electrónicos, con lo que suponen una fácil reparación de las averías, ja, ja, son el vehículo del pueblo.

 

Las carcajadas de Anders, provocaron que una grata sonrisa se dibujase en el rostro de todos los que integramos el grupo de camino hacia nuestro refugio. Por mi parte volvía a trazar mentalmente otra incongruencia, ya que la cooperación al desarrollo llegaba a estas tierras tan lejanas, de manos de liberales asiáticos, los cuales mediante una artimaña capitalista, considerada como mínimo, falta de ética, por los resabiados progresistas occidentales: el dumping. Tan malévola estrategia, para adquirir un mercado de consumo, con una bajada arbitraria y enorme de precios, posibilita a los ciudadanos pobres de muchos países africanos y latinoamericanos a poder comprar vehículos, en lugar de desplazarse andando, o en otro artificio inventado. ¡Demos la bienvenida a las malas praxis, que sirvan para ayudar a los más desfavorecidos!

 

         Ya avistábamos la puerta metálica de entrada a la pequeña urbanización, cerrada como siempre a cal y canto, cuando escuchamos la temperamental voz de Luz, dando instrucciones a diestro y siniestro. Entramos discretamente, aunque con extremada precaución, observando a Luz en la pequeña garita del guardia de seguridad, mientras se le acercaba velozmente María, notándosele una expresión de nervios, inusual en ella__toma Luz, he preparado un botiquín, improvisando con el material médico que teníamos en los cuartos.

 

__Gracias María, haz el favor de abrir varias gasas, pásame el alcohol,…

 

Anders nos realizó unas leves indicaciones para que marchásemos en silencio, dejando trabajar a los profesionales. Al cabo del rato comenzamos a averiguar lo acontecido. Una hora antes, una jauría humana compuesta por más de quince africanos intentaron atravesar la puerta, para atacar a nuestro joven vigilante, inflingiéndole innumerables improperios y atravesando con cuchillos largos las ranuras de las puertas, lesionando mediante cortes sangrantes sus frágiles brazos. Según Unnur se trataba de simples refriegas étnicas, provocadas por los recientes asentamientos de distintos grupos de allegados, en diversas zonas de chabolas, en lo más profundo y barrancoso de Kibera. Altercados que esta vez no habían supuesto muerte, más bien las leves heridas del antebrazo del vigilante Kikuyu, al  interponerse en la violenta abatida de la marabunta.

 

__Joder!!__expresaba emocionado Nacho, con innumerables sacudidas de brazos, tensionando el cuello__aquí no juegan con chinitas. No creo que nadie se meta con ellos. Esto es la ley de la selva.

 

__Bah!!, no es para tanto…__musitaba Anders, como restando importancia al hecho delictivo__las distintas familias, en este caso luos y Kikuyus, se defienden unas de otras, y de vez en cuando refulge la llama de heridas pasadas, las cuales no cicatrizaron convenientemente.

 

__Si, pero la causa, el verdadero origen del problema…__en aquellos tiempos todavía tenía coletazos de mi mente racional, que todo lo descifraba con la imperiosa ley científica y empíricamente demostrable de la causa-efecto, por lo cual me obstinaba en elucubrar resoluciones ingeniosas__ se debe de tratar de las diferencias culturales, políticas, sociales e incluso antropológicas de los distintos pueblos, de las muchísimas etnias, que llegan a las proximidades de la gran ciudad, en busca de esperanza.

 

__Causas, origen, efectos, hechos Que no hombre…__respondió con serenidad Anders, ya entrando en el porche de su casa__ aquí las leyes funcionan de distinta forma, ya que si molestas eres un problema. Y nada más. Recuerda los incendios que te comenté del año 2008, tras ellos al gobierno le molestaba mucha gente sin hogar. Nada hombre, lo fácil era hablar de campos de refugiados. ¡Que vergüenza!, refugiados de un país en su mismo país. Si, los deportaron, los deportaron, a quienes molestaban, a otras zonas del mismo país, a Molo, a Lodwar, decenas de miles de personas que pasaron a ser apátridas, en su país de recogimiento, simplemente por que incomodaban esas chabolas que se debían de quemar. Porque los incendios no suelen ser frutos de la casualidad, si mira hombre, aquí si que podríamos entender algo sobre la causalidad, ja, ja, ja,…

 

__En verdad, ¿piensas seriamente lo dicho?__comenté con cierta perplejidad y con la afectación de entender la lamentable volatilidad de las condiciones humanas de tantos y tantos seres.

 

__Y mucho más__ repuso su esposa Unnur, con esa mirada fija y áspera, que tanto me conmovía__ al verano siguiente sucedieron hechos funestos, que nunca fueron denunciados y que el gobierno ha ocultado con receloso esmero.

 

__Yo lo denuncié__ levantó el brazo en alto Anders, con el dedo índice rígido, en posición de alcanzar algo elevado__ yo denuncié a los ángeles de la noche,

a aquellos que actuaron con la impunidad que la ley les proporcionaba.

 

__No entiendo…__dijo Javier, quien por primera vez prestaba una especial atención a la  conversación de Anders.

 

__Fue un año muy confuso__reflexionó Anders, mientras se echaba el pelo canoso hacia atrás, curvándose la cintura y mirando al suelo, como observando en unas pequeñas piedras frente a él, algo inhóspito que no lográbamos percibir__ sí, tras los incendios de chabolas, se prodigaron manifestaciones de sangre, la representación del disgusto del pueblo. Días después se produjeron las deportaciones en masa, se movilizó al ejército, y muchísimas personas hacinadas en Kibera fueron desplazadas, como ya os comenté, perdiéndolo todo, su hogar, sus pertenencias, su dignidad. Luego Kibera fue restableciéndose poco a poco, como siempre, en la profunda crisis que perpetuamente la rodea, día a día. A los meses, apareció un niño muerto en la calle sobre un charco, días después otro en un altozano de basura; en mi cuenta y mi memoria fueron catorce los niños asesinados. La noche aterrizaba amenazadoramente, siniestra y oscura, tras ella se levantaba el Sol, dando paso al velo de la realidad. Los niños de entre diez y quince años eran asesinados por infaustos policías, que en breve tiempo adoptaron el apodo de los ángeles de la noche, asesinos cuyas instrucciones eran limpiar las calles de los bribonzuelos sin hogar.__ Tras tan duras palabras, narradas con cierta literalidad sobrecogedora, observó atentamente nuestros sorprendidos rostros y sonrió, esta vez con muda expresión__ Kibera, siempre Kibera, atrapa, pero en realidad lo dice todo con la aspereza de su tierra polvorienta, de su olor fétido, de sus souvenirs fabricados con huesos, de su vida sin esperanza. Yo lo escribo, lo detallo en mis artículos, aunque de poco sirve lo que no salva.



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